jueves, 22 de septiembre de 2016

Darío Aranda: “Cuando más ha avanzado el extractivismo en las últimas décadas en América Latina, ha sido con gobiernos progresistas”.

Pensar en cuestiones ambientales suele remitirnos a imágenes vinculadas a los esfuerzos por reconocer lo no renovable de la mayoría de los recursos con los que se sostiene la vida en nuestro planeta. Esas imágenes suelen traducirse en la necesidad transformaciones individuales de nuestra propia cotidianidad en cuanto a reciclado, separación de residuos, utilización de desodorantes que no afecten la capa de ozono o el cuidado del agua cuando nos lavamos los dientes.
Lejos está desacreditar estas acciones puntuales como hábitos de consumo responsables, sin embargo sostenemos que esas líneas de acción se quedan bastante antes que a cuarto de camino. 
El debate que la mayoría de las veces sucede a tibia y baja voz, debería de poner luz en aquella relación, siempre en tensión, entre sociedad y naturaleza. Siendo la primera no una suma de hábitos individuales sino condiciones estructurantes que hacen y sostienen un modo de vida que se centran ni más ni menos que en la reproducción del capital.
Dario Aranda[1], tomando como base el concepto de extractivismo, nos ayuda a afinar y profundizar la mirada sobre la situación actual de nuestro país en cuanto a temáticas ambientales. Hablamos de intereses políticos y económicos, de resistencias y de luchas. Hablamos de lo que en los medios de comunicación hegemónicos no se va a hablar.

Te proponemos pensar la conciencia medioambiental desde dos perspectivas: por un lado la de la responsabilidad estatal, y por otro lado, el grado de conciencia social. Pensando en estas dos puntas, ¿en qué lugar estamos parados en nuestro país?

Si podemos esbozar alguna respuesta, a nivel de gobiernos podríamos decir que hay una coherencia en los distintos gobiernos y colores políticos, que obviamente priorizan las ganancias efímeras y las alianzas con las empresas por sobre el ambiente y la población. El modelo de soja transgénica con uso de agrotóxicos comenzó durante el menemismo, avanzó y se sostuvo durante el gobierno de la Alianza, también durante el gobierno interino de Duhalde, se profundizó durante el kirchnerismo, sin duda, y ahora el gobierno de Mauricio Macri va en el mismo sentido, impulsando ese modelo. Y con la megaminería, tomando como referencia que las leyes mineras fueron aprobadas en los noventa, fueron aplicadas a rajatabla durante el kirchnerismo, y ahora con intentos de profundización durante el Macrismo también. Son políticas de Estado que los gobiernos, en alianza siempre con enormes empresas y con grandes corporaciones, priorizan esas ganancias por sobre las consecuencias ambientales, sociales y sanitarias.
En cuanto a la población, que es la otra pata de la pregunta, me parece que hay pequeñas poblaciones, ciudades, localidades que son el primer frente de batalla contra lo que llamamos el extractivismo, que es la avanzada de la megaminería, la avanzada de las fumigaciones con agroquímicos y el modelo petrolero. Hay pueblos y ciudades, de distintos tamaños, pero en general de medianas a pequeñas, que tienen una enorme conciencia y resistencia a ese avance. Y después hay una gran indiferencia muchas veces de las grandes ciudades: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, por dar algunos ejemplos. Pareciera que nada les llega, que no pasa nada, y dan la espalda. Estoy hablando en términos generales, obviamente que siempre hay organizaciones sociales, solidaridad y distintas actividades en las ciudades. Yo siempre uso el mismo ejemplo, de cuando hace 3 ó 4 años atrás estalló en el puerto de Buenos Aires un container con pesticidas. Recuerdo que hubo una enorme corrida, se suspendieron clases, estaba la imagen del Secretario de Seguridad Berni todo camuflado. Y en ese momento yo ponía en una red social algo así como que por primera vez los porteños se sentían un pueblo fumigado, ¿no? Que es lo mismo que sienten muchísimos pueblos de todo el país con las fumigaciones con agrotóxicos. En ese sentido me parece que hay una indiferencia. Aunque también hay, obviamente, como decía antes, organizaciones, nichos, espacios crecientes de toma de conciencia también.

Pensando no sólo en los porteños, sino en toda la gente que está ajena a la problemática ambiental, si tuviéramos que definir tres focos de los más problemáticos que tengamos en este momento en el país, ¿cuáles serían? Como para, de alguna forma, empezar a “hacer docencia” con la gente.

Bueno, la verdad hay muchísimos. Uno es, sin duda, el modelo agropecuario argentino. Es un modelo que no produce alimentos, sino que produce commodities, que produce alimentos para chanchos y aves de Asia y de Europa, y que tiene enormes consecuencias. Algunos compañeros lo han definido como un experimento a cielo abierto, por la magnitud de la cantidad de transgénicos y de agroquímicos que se utilizan. Me parece que ése es uno de los graves problemas. Después, los desmontes: en Argentina se desmontan 32 hectáreas, 32 manzanas, por hora de monte nativo. Uso masivo de agrotóxicos: 300 millones de litros de agrotóxicos, agroquímicos al año. Y ni hablar de los alimentos, muchos de los alimentos contienen transgénicos.
Las autoridades han decidido que no tenemos derecho a saber si consumimos transgénico o no; evitan el etiquetado de productos que en algunos países de Europa sí se puso en práctica. Ése me parece un problema muy grave. Después el modelo energético en base a combustibles fósiles, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo. Argentina tiene el triste privilegio de experimentar con una técnica muy cuestionada, como el “fracking”, que es una técnica muy experimental. Fractura hidráulica, se llama, que es en reservorios no convencionales, como es Vaca Muerta en Neuquén. Eso me parece que es una hipoteca a futuro de toda la región. El otro punto, aunque insisto con que hay muchísimos, es el gran drama de la megaminería, que pone en riesgo las fuentes de agua, que como sabemos es un recurso no renovable. Los primeros en sentirlo, sin duda, son los pueblos cordilleranos, pero obviamente que todas las aguas de la alta montaña corren siempre de oeste a este y llegan a todas las ciudades o localidades que están de este lado del país.
Hay otros compañeros, amigos, investigadores que han estudiado mucho más otros conflictos que también son graves. El problema de la basura es un enorme problema de las grandes ciudades. Pero bueno, en las ciudades sucede eso, que uno saca la basura a la noche y piensa que “por arte de magia” desaparece y que está todo bien. Obviamente que no está todo bien, pero es un grave problema que yo no podría personalizar porque no es justamente el que más he trabajado.

La cuestión del medioambiente fue algo que se le criticó siempre al kirchnerismo, fue uno de los puntos débiles tal vez si lo analizáramos en general. ¿Ves algún cambio ahora en tiempos de gobierno macrista?

Mirá, ya van ocho meses del nuevo gobierno. Yo lo defino como continuidad y profundización del extractivismo y los desastres ambientales. Dato positivo si se quiere, han creado un Ministerio de Ambiente. Dato ultra negativo, han puesto a una persona que desconoce totalmente el tema, como lo es Sergio Bergman, que no tiene ningún tipo de conocimiento. Y no sólo eso, sino que en estos ocho meses ha mostrado una enorme intención de profundizar el modelo extractivo. El ministro Bergman es el mayor promotor de la megaminería en el país. Ha ido a lugares emblemáticos como Esquel, Andalgalá, Jáchal en San Juan. Y lejos de ponerse del lado de la población que ha sufrido, ya sea la contaminación, ya sea los desastres sociales de las mineras, se ha puesto del lado de las mineras. Varias asambleas se han expresado (la asamblea de Andalgalá en Catamarca, la asamblea popular de Mendoza por el agua) y lo han definido como “el mejor lobista de las mineras”. En ese sentido es un claro ejemplo. Le quita las retenciones a la megaminería, le quita las retenciones a parte de los productos agropecuarios, y la alianza con sectores empresarios.
Sin dudas, el kirchnerismo hizo mucho para profundizar. Los números hablan por sí solos: en 2003, cuando llegó Kirchner al poder, había 12 millones de hectáreas con soja; y en la actualidad hay 22 millones. Recordemos la alianza con la Barrick Gold, con Monsanto, con Chevron. Pero en ese sentido, en el gobierno de Macri, hay continuidad y profundización: son políticas de Estado. Hay más facilidades aún y hay una luz verde para que avancen con todo. Un ejemplo de eso es la provincia de Buenos Aires, en donde se está por aprobar una ley, que tiene media sanción ya, que permite fumigar con agroquímicos hasta a 10 metros de las viviendas. Pensemos en quiénes de nosotros nos animamos a que nos fumiguen con agrotóxicos, con agroquímicos, a diez metros de nuestra casa, ¿no? Y obvio que esto no es casualidad, el ministro de Agricultura, de Agroindustria, de María Eugenia Vidal es Leonardo Sarquís, un ex gerente de Monsanto. Se puede decir que ya ni siquiera cuidan las formas. Así como Aranguren está al frente del Ministerio de Energía, Sarquís está en el Ministerio de Agricultura de Buenos Aires. En ese sentido hay una mirada pesimista, pero también hay que decir que hay una mirada optimista o de resistencia.
Ayer llegué de un encuentro de pueblos fumigados en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, y hubo una enorme movilización de distintas asambleas y organizaciones de toda la provincia, de Santa Fe, de Entre Ríos, de Córdoba. Y en ese sentido yo creo que los gobiernos van a enfrentar una enorme resistencia. Por ahí ésta ya es una lectura política, pero podríamos decir que en estos meses están en el período de la “luna de miel”, en el período de gracia de todos los gobiernos, pero no les va a ser gratuito. El ministro Bergman fue a Chubut y propuso avanzar con la megaminería, y de inmediato hubo movilizaciones en una decena de localidades de Chubut. Y eso los gobiernos locales lo saben: saben que una cosa es lo que diga Nación, pero que si se les ponen de pie las localidades de la provincia, saben que están corriendo riesgo de que no va a ser muy fácil concretar lo que quieren llevar a cabo.

Y también Monsanto en Córdoba, ¿no? En estos últimos días finalmente desistieron de poner la planta allí.

Sí, tal cual, no hay una confirmación oficial todavía. Recordemos también a la presidenta Cristina Fernández anunciando la instalación de la mayor planta de Latinoamérica de Monsanto. En Malvinas Argentinas, una localidad en las afueras de Córdoba, una pequeña localidad de 5000 habitantes. Y después de cuatro años de lucha y resistencia, hay claros indicios de que la empresa se está retirando, aunque no hay una versión oficial aún. La empresa ya tendría que estar en su momento de explotación, de tratamiento de semilla, y ni siquiera se construyó. Todo indica que están desmontando. Ni Provincia, ni Municipio, ni la empresa lo han confirmado, pero es una clara muestra de lo que pueden las poblaciones organizadas. Así como Esquel ha echado a una minera, así como Famatina y Chilecito han echado cuatro mineras en los últimos diez años, el de Malvinas Argentinas, en Córdoba, como bien lo recordás, es un enorme ejemplo de lo que pueden lograr las poblaciones organizadas.

Recién mencionabas todos los gobiernos que se vienen sucediendo y que esta problemática sigue siendo igual ¿Por qué creés quese mantiene como una política de Estado, teniendo en cuenta que todos estos gobiernos que vos decís que se sucedieron son de perfiles muy distintos los unos con los otros?

Sí, incluso yo diría que no sólo en Argentina, sino en la región. Cuando más ha avanzado el extractivismo en las últimas décadas en América Latina, ha sido con gobiernos progresistas, de izquierda. Sucede en Ecuador con Correa. Sucedió en Brasil con el Partido de los Trabajadores, tanto con Lula como con Dilma. Sucede con Evo Morales en Bolivia, sin ir más lejos.
Y en Argentina es muy claro, nos toca mucho más de cerca, obviamente. Me parece que hay múltiples factores, sin duda. Uno muy concreto es que los distintos gobiernos ven la caja económica que les genera la alianza con el extractivismo, la alianza con el modelo. En el caso de Argentina no es la megaminería, sin dudas; sí es el modelo de agro negocios vía retenciones que le ha generado miles de millones de dólares de ingresos, de divisas, para tomar un ejemplo, uno de los casos concretos. Y priorizan eso por sobre las consecuencias que hay. Cuando los empresarios del agro negocio dicen que es un modelo exitoso por los miles de millones de dólares que ingresan al país, bueno, ésa es una parte de la película. Los economistas suelen hablar de externalidades. Las consecuencias o las carencias que genera una actividad son las externalidades. Y es lo que decíamos recién: ¿qué precio le ponemos a 32 hectáreas de monte nativo que desaparecen? ¿Qué precio le ponemos a las 200 mil familias expulsadas del campo en los últimos 15 años? ¿Qué precio le ponemos a eso en esa externalidad? Y si queremos ser incluso más duros: ¿qué precio le ponemos a las epidemias de cáncer que hay en distintos pueblos de la Argentina profunda? Monte Maíz en Córdoba, San Salvador en Entre Ríos, Avia Terai en Chaco. Lo único que ha cambiado en los últimos 15 años, donde se ha disparado el cáncer (se ha triplicado con estadísticas increíbles,) es el modelo agropecuario. Hay estudios oficiales del gobierno de Chaco, del gobierno de Córdoba, de universidades públicas que demuestran eso. Cuando vemos las externalidades, sin duda es un modelo que requiere poblaciones sacrificables. Y en ese sentido los gobiernos miran para otro lado dejando que eso suceda. Por eso, cuando nos referimos a este tema, puntualizamos en que no se trata de un tema ambiental: si bien tiene un componente ambiental, se trata de una cuestión geopolítica, económica, histórica, y sobre todo se trata de una cuestión referida a los Derechos Humanos. El modelo extractivo que abrazan los gobiernos de la región (ya sean de derecha, de izquierda o de centro) los convierte sistemáticamente en gobiernos que violan los Derechos Humanos. Justo ahora estoy escribiendo un artículo sobre la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) que emitió justamente eso: que el extractivismo viola todos los Derechos Humanos posibles en toda Latinoamérica, sin distinguir gobiernos. Y no lo dice un organismo que se caracterice por ser progresista o de izquierda. La CIDH tiene muchísimos intereses con gobiernos de la región, pero emite ese dictamen muy claro, un documento de cien carillas que confirma eso. Y es lo mismo que denuncian pueblos indígenas, campesinos, muchos académicos, científicos involucrados. Sin ir más lejos, es la historia de América Latina. Si uno lee “Las venas abiertas de América Latina”, escrito hace cincuenta años, está a las claras que los gobiernos siguen priorizando su alianza con sectores que lo único que hacen es portar y explotar naturaleza y dejar las consecuencias acá.

¿Cómo creés que es el tratamiento que los medios hegemónicos hacen de esta temática?

Bueno, yo no soy muy adepto al término “medios hegemónicos”. Si hablamos de medios hegemónicos…yo creo que tanto Página 12 (donde yo trabajo), como Clarín, La Nación, Tiempo Argentino, la Agencia Télam o la Agencia DyN, son todos medios hegemónicos. Son todos medios comerciales que priorizan  su mirada empresaria de negocios o de alianza política por sobre lo que le sucede a la población. Suelo decir que desde que YPF fue parcialmente estatizada y se aplicó ese experimento que es el fracking, la fractura hidráulica en Neuquén, en Página 12 no se podía escribir sobre las consecuencias, los derrames y las explosiones que ocasionaban YPF y Chevron en Vaca Muerta. Y del mismo modo, andá a encontrar en Clarín o La Nación una nota que denuncie las fumigaciones con agroquímicos. Me parece que es un claro ejemplo de cómo funcionan estos medios. En algunos momentos, sobre algunas coyunturas, sí lo publican. Y después, cada tanto, cuando se va insistiendo, o cuando hay suerte, o cuando el editor, que es el comisario político, no está en funciones, quizás se puede colar alguna nota, pero es muy difícil. No descubrimos nada si decimos el poder económico que tienen las corporaciones del agro, el poder económico de las petroleras, y ni que hablar del poder económico de los gobiernos cuando financian o desfinancian a algunos medios. Está a la vista en los últimos años lo que ha sucedido con la enorme cantidad de medios que eran parte del aparato de propaganda. Es complicado... Muchas veces sucede que cada tanto hay artículos. Yo he leído artículos contra la megaminería, o críticas a una megaminería en La Nación, obviamente en Página 12 también. Tiene sus límites, y en ese sentido es esencial y fundamental el rol de los medios comunitarios, populares y alternativos, donde pasan muchísima información de la que no pasan estos medios comerciales. Yo tampoco soy de los que dicen que todo lo que sucede en los medios comerciales es malo. Me parece que diferenciamos mucho lo que son los medios de lo que son los periodistas que trabajan en esos medios. Ahí sí muestra sus límites claros, y al mismo tiempo hay que buscar información o tratar de profundizar en los medios comunitarios.

Hace un rato decías que no es lo mismo cómo se trata la cuestión en un pueblo del interior, que quizás lo sufre más en carne propia, que en las grandes ciudades del país. Mi pregunta acerca de los medios iba dirigida más hacia cómo se puede hacer para cambiar esta realidad en las grandes ciudades, qué es lo que se puede hacer para que la gente se pueda enterar más de lo que está pasando y tenga otra visión, más allá de lo que se está haciendo, que no es poco, obviamente.

Sí, hay distintas cosas que se van haciendo, hay distintos espacios en universidades y en organizaciones. Se está trabajando, muchas veces a contracorriente, pero se trabaja. Cuando suceden algunos eventos lamentables, como fue la inundación en La Plata, o incluso la inundación en Buenos Aires, o cuando al norte de la provincia el Delta del Paraná o el Río Luján desbordan, está muy bien ayudar con donaciones y demás, que es lo que suelen impulsar en general los gobiernos y los grandes medios de comunicación. Pero ahí hay que profundizar en las causas. Y siempre las causas tienen que ver, de una u otra manera, con el modelo extractivo. Donde no sólo tienen que ver la minería o la deforestación, sino también una de las cosas que tenemos más cerca, quizás, que es la enorme especulación inmobiliaria, que ha destruido muchísimos humedales y que impacta más de lleno en lo que son las poblaciones cercanas a las ciudades, a Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza. Me parece que ése es un rostro del extractivismo que lo podemos ver mucho más cercano. Que en Tigre casi el 50% del territorio sea parte de barrios privados, además de ser algo inentendible y fuera del sentido común, tiene enormes consecuencias ambientales y sociales sobre los territorios, no sólo sobre Tigre. Que Luján se esté inundando cada dos años, cuando antes se inundaba cada veinte, no es casualidad, es parte de la mano del hombre avanzando. Cuando suceden eventos catastróficos, terribles como éstos, me parece que apuntar a las causas es una obligación que tenemos como periodistas y como personas comprometidas con la realidad.
El otro punto fundamental es como consumidores. Cuando somos consumidores también estamos decidiendo políticamente. En Trenque Lauquen me decían “nosotros decidimos si compramos La Anónima”, que es un hipermercado muy presente en el sur de la Argentina, muy ligado a lo que fue la Campaña del Desierto, a los distintos sectores políticos de los gobiernos; “o si compramos a productores agroecológicos”, que hacen alimentos sanos sin agroquímicos y que trabajan con sus manos. Nosotros en Buenos Aires, ya sea en la Capital Federal o en el Gran Buenos Aires, que es donde yo vivo, hay enormes posibilidades y cadenas de distribución de alimentos sanos que son de pequeños productores, de campesinos, de indígenas. Como consumidores tenemos una obligación. Si queremos hacerla fácil e ir a comprar a Coto o a Carrefour, estamos siendo parte de un problema, hagámonos cargo también de eso. El tema no se agota en ser un consumidor responsable, pero es un paso, ser consumidor responsable es un paso, y me parece que comer alimentos sanos nos hace muy bien a nosotros, nos hace muy bien a nuestra salud, a la de nuestros hijos, y además le hace muy bien a los que están trabajando la tierra, produciendo alimentos para que nosotros podamos consumirlos.  Es un paso que es necesario dar.


Entrevista realizada para el programa radial "Lo Menos Pensado"
(Lunes de 21 a 24 hs. por www.radiobarbarie.com.ar)






[1] Darío Aranda (1977) es periodista. Trabaja en el diario Página/12, la cooperativa de comunicación La Vaca  y las radios FM Kalewche (Esquel), la Cooperativa La Brújula (Rosario) y Los Ludditas (FM La Tribu).
Especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales), escribe sobre el acontecer de los pueblos indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Entrevista a Cecilia Merchán, compiladora de "#NiUnaMenos desde los primeros años: Educación en géneros para infancias más libres"


En una sociedad es necesario lo diferente, lo diverso. Es necesario porque es enriquecedor y constructivo. Pero, cuando la diferencia se convierte en desigualdad, lejos de enriquecer y construir, lo que hace es empobrecer y abatir no sólo a las sociedades, sino también a los Estados, a las comunidades, a las organizaciones y a las personas. Porque la desigualdad es un límite para la libertad. Un límite con una fuerte raíz simbólica, que fácilmente se materializa, impregna y reproduce en las prácticas.

Cecilia Merchán es Licenciada en Comunicación Social, militante y batalladora incansable por los derechos de las mujeres. Fue diputada nacional y hasta hace poco coordinó el Comité para la Lucha contra la Trata Y la Explotación de Personas. Es también, junto con Nadia Fink, una de las compiladoras del libro “Ni Una Menos desde los primeros años: educación en géneros para infancias más libres” (Editorial Chirimbote y Las Juanas Editoras), que acaba de salir y está siendo presentado en todo el país. 


- Contanos en principio, para quienes no lo sepan, de qué se trata la iniciativa, a quiénes está dirigida.


- Bueno, este es un libro bien interesante. Lo que busca es poder poner en debate con los adultos y adultas, con las personas que tenemos vínculo con los chicos, cómo se van formando los estereotipos de género ya desde los primeros años. Y poder también poner en debate que, cuando decimos “Ni Una Menos”, o nos ponemos el cartelito de “Ni Una Menos” y nos expresamos en contra de los femicidios, también tenemos que ver cuáles son todas esas acciones diarias, cotidianas, de todos los días y de distintas formas que generan que finalmente nuestra sociedad produzca este tipo de situaciones que terminan en violencias extremas o en femicidios, como salimos después a repudiar.  Muchas veces creemos que están disociadas estas cuestiones, que una cosa es un femicidio y otra cosa son los estereotipos de género; o que son cuestiones secundarias. Y nos parece que es importante abordar cómo ya en la infancia nosotros vamos prefigurando determinados estereotipos, determinadas ideas de cómo debemos ser como varones y como mujeres. Siendo que nosotros necesitamos generar libertad a la hora de decidir cómo queremos ser, a la hora de decidir cómo queremos vivir, y esto tiene que ocurrir desde el comienzo. A nosotros desde que nacemos ya nos están poniendo una etiqueta muy clara: a las nenas nos ponen rosa, a los nenes les ponen celeste. Y después, en el jardín de infantes, nos van configurando hasta los juegos: está el rincón de la casita para las nenas; y los espacios más públicos, la canchita, los juegos de fuerza, para los varones.  Y de ahí en más no paramos hasta el final. Me parece que es muy importante poner eso en tensión. Este libro, que además es el primero para personas adultas que saca la Editorial Chirimbote (que edita las Antiprincesas), tiene muchos abordajes: desde una perspectiva antropológica, histórica, psicológica, desde una perspectiva de la literatura, desde la educación, desde la política. Podemos ver cómo se van construyendo estas ideas y cuál es la profundidad tan grande que tiene esto a la hora de construir y construirnos como sociedad. Cuando pensamos en la justicia para los más chicos, pensamos en que tengan comida, educación y salud. Y eso es algo muy importante. Pero también es importante que puedan decidir cómo ser y que tengan libertad. Que si un nene quiere jugar con una muñeca, pueda hacerlo perfectamente, porque eso también lo va a configurar después de una manera distinta, a la hora de vincularse con un hijo o con una hija.

- Algo muy interesante de este libro es que tiene, como vos decís, un abordaje muy amplio. Desde distintas áreas, el tema es abordado con una variedad y una creatividad muy novedosas. ¿Cómo fue el proceso de recopilación, de seleccionar los textos y los autores?


- Lo interesante de este libro es que no empieza ahora, sino que es producto de todas nuestras prácticas, de años y años. De trabajar no solamente en escuelas, sino también en comedores comunitarios, desde la educación popular, del trabajo que llevamos entre mujeres, del trabajo que hemos realizado hasta desde el Estado. Trabajos desde distintos espacios, que siempre han tenido como lógica que todas las personas tenemos que ser protagonistas de nuestras propias transformaciones. Hoy este libro sale con la Editorial Chirimbote y Las Juanas Editoras, que es una editorial que estamos relanzando. Pero surge como continuidad de un trabajo previo que tuvo una producción muy rica, producto también de todas esas experiencias que mencionaba antes, y que luego se cortó unos años; ahora lo estamos recuperando nuevamente. Habíamos hecho un libro que se llamó “Equis: igualdad y diversidad desde los primeros años”. Esto fue en el año 2010. Y en el medio que estábamos escribiendo el libro -lo estábamos terminando más que escribiendo-, se metió en el Congreso el debate del matrimonio igualitario. Lo que nos generó una búsqueda mucho más amplia de nuestras propias perspectivas, de nuestras propias construcciones, de nuestras propias ideas acerca de lo que era la construcción de género. Debimos ampliar nuestra propia visión, y ampliar hasta el propio trabajo y las experiencias que teníamos. Así que esa fue una vivencia muy rica para nosotras, un proceso increíble. Parte de los artículos que estuvieron en ese libro, son retomados ahora. Por supuesto con actualización, con todo lo que pasó en nuestra propia historia y con todo lo que fuimos construyendo. Y también hay otros artículos con un nuevo abordaje. Incluso, en este libro se incorporan no solamente textos de académicos y académicas, sino que también hay textos de activistas; hay uno de una jovencita trans de 16 años, de Diamante, que es un texto increíble, es una maravilla. Es bien diverso y muy simple de leer. Nuestro objetivo es que este libro sea justamente útil para muchas personas, que no sea elitista, ni tenga palabras completamente complejas que solamente entienden un grupo de personas, sino todo lo contrario. Va a ser muy útil para trabajar desde la docencia, así como también para todas las personas que vienen abordando o trabajando con chicos y chicas desde otros lugares.


- Recién decías que estos dos libros, tanto “Equis” como “Ni Una Menos”, tienen mucho de lo que fue su experiencia política y de militancia. En esos ambientes sucede que muchas veces comprenden -o dicen comprender- la importancia de la educación para revertir estos índices de violencia. Pero, sin embargo, no se involucran con este tipo de proyectos educativos ¿cómo entendés eso?


- Mirá, lo que decís es muy interesante. Porque muchas veces en los espacios políticos, incluso los que uno considera espacios propios, hay un discurso “políticamente correcto”, respecto de que los derechos de las mujeres hay que garantizarlos, de que la diversidad tiene que ser garantizada. Pero las prácticas después son absolutamente machistas. Hay organizaciones políticas que tienen un discurso que va para un lado; y después las prácticas son tremendas, machistas, misóginas. Creo que esas cosas tenemos que revisarlas. Porque, justamente, nosotros decimos que hay enemigos de la justicia o enemigos del pueblo que están bien afuera de nosotros y de nuestras prácticas. Sin embargo, el machismo es un enemigo de la justicia muy grande, un enemigo del pueblo, y lo tenemos completamente internalizado en nosotros mismos. Entonces creo que es importante poder hablar de esto; además de, obviamente, criticar algunas barbaridades de machismo muy claras y contundentes que se ven en los sectores más de la derecha, más conservadores. Porque es muy claro identificar esas prácticas en los otros, pero a veces es muy difícil identificar nuestras propias prácticas. En el ámbito de la vida política e institucional, yo te puedo contar cientos de anécdotas, que serían como para otro libro de cómo a veces en el discurso se sostiene una cosa y en la vida real y cotidiana se hace otra. Y por supuesto que, entonces, esto no va a tener una importancia fundamental a la hora de construir políticamente; si no hay una convicción alrededor de esto, como vos decís. La educación no va tener una visión de diversidad de géneros, de igualdad de géneros, de igualdad de oportunidades. No va a ser atravesada por esta mirada ninguna práctica, ninguna información, ninguna educación al respecto, si no hay una convicción real de que esto es algo –como vemos desde nuestra perspectiva- crucial para transformar la realidad.


- Leí en otra entrevista algo muy interesante que decís: que militás desde muy joven, desde más o menos los 15 años, allá en Córdoba; y que tuviste la experiencia de lo que es tener el Estado a favor y el Estado en contra… ¿Cómo entendés que se da hoy esa relación, y cómo le recomendás a la militancia que se pare frente a este Estado?


- Mirá, yo he militado como vos decías, desde que soy muy chiquita. Hace 30 años que milito. Y siempre, en general, me tocó hacerlo con Estados liberales, con Estados que han ido en contra de nuestra propia realidad. Después tuvimos 12 años donde -con contradicciones, con dificultades, como fuera- logramos avanzar de una manera increíble, y el Estado estuvo de nuestro lado en un montón de materias, en un montón de temas. En los 12 años de kirchnerismo nosotros logramos avanzar en un montón de cosas, así como en otras no lo logramos, no pudimos. Pero sí tuvimos un Estado que acompañó mucho estos procesos. Yo creo que ahora en este período, donde volvemos a tener un gobierno absolutamente de derecha neoliberal, tenemos que estar muy atentos a un montón de cosas. La primera cuestión que tenemos que revisar, es la de poder denunciar todas las cosas que se van cerrando, o que van desapareciendo. Como, en esta línea, el programa de educación sexual, de salud sexual, también el Comité Ejecutivo contra la Trata -que yo coordinaba- ha sufrido un vaciamiento total y absoluto. Creo que estas cosas hay que decirlas. Y también decir que, cuando hay un Estado de estas características, en general hay ajuste, como el que estamos viviendo. Y ese ajuste, como siempre, trae pobreza, trae desigualdad. Y esa pobreza, siempre trae feminización de la pobreza. Entonces creo que tenemos que estar preparados para ver cómo esto empieza a tener esas características; y cómo entonces siempre que  hay una feminización de la pobreza, empieza a haber también feminización de las organizaciones sociales, de las organizaciones de base. Y, así como tenemos que estar atentos a qué sucede desde el Estado, también tenemos que estar atentos a qué sucede desde nuestras propias organizaciones. Porque ya nos pasó a fines de los 90’, en el 2000…que todas las organizaciones sociales se llenaron de mujeres (los trueques, las copas de leche, los merenderos, las asambleas barriales). Éramos todas mujeres y, sin embargo, quienes discutían y decidían la direccionalidad política de esos espacios eran todos hombres. Eran un puñado de hombres, pero eran quienes siempre tomaban la decisión final. Y creo que nosotras tenemos que estar muy atentas a eso. El lugar que a nosotras nos corresponde es el de ser protagonistas, no el de estar ocupando lugares secundarios en ningún tipo de organización. Y creo que de todo esto es de lo que tenemos que hablar cada vez que decimos “Ni Una Menos”. No es un tema secundario. Cada vez que pensamos en que tenemos que terminar con la violencia hacia las mujeres, también tenemos que pensar que hay que terminar con la exclusión social, con la pobreza y las prácticas que dentro de nuestras propias organizaciones nos llevan también a la exclusión a la hora de tomar decisiones y determinar cuáles son los caminos que queremos seguir.


- ¿Están pensando o trabajando en otros libros, actualmente?


- Ahora estamos con este recién salido del horno. Yo estoy de presentación en presentación. Empezamos esta semana en Córdoba, ya la semana que viene en Buenos Aires, y después por todo el país. Y ya estamos preparando un siguiente libro que va a tener que ver con la posibilidad de talleres concretos, cómo trabajar todos estos temas directamente en las escuelas, en los centros de desarrollo infantil, o donde nos manejemos con niños y niñas. Esto junto con Editorial Chrimbote y Las Juanas Editora. Y además también pensamos, desde Las Juanas Editoras, encarar una propuesta editorial que nos permita poner en debate en la agenda política cuáles son los elementos que nosotras queremos discutir como mujeres, o desde los colectivos LGBTI, cómo queremos nosotras instalar debates que nos parece que son cruciales en la vida política argentina. Así que estamos a pleno, estamos lanzando este libro y la verdad es que tenemos una respuesta hermosa, increíble, de mucha gente que no sólo está interesada sino que además se moviliza para poner en debate estos elementos. Me parece que eso es lo más rico, lo más lindo: que el libro aporte no solamente desde una perspectiva del debate y el análisis, sino también de encontrarnos y hacer cosas juntas para poder seguir instalando esto.



Entrevista realizada por Macarena Sánchez Volpe
 el 05/09 durante el programa radial "Lo Menos Pensado"
(Lunes de 21 a 24 hs. por www.radiobarbarie.com.ar)