martes, 31 de enero de 2017

Matías Llonco Huala:"Hemos generado un tipo de presión popular para responsabilizar a quien comandó la operación de represión"

Buenos días, Matías, nos encontramos en manifestación frente a la oficina de abigeato de El Maitén, ¿qué situación nos reúne hoy aquí?

Matías Llonco Huala: -Buenos días, aquí estamos, en El Maitén, a las puertas de la División Seguridad Rural, intentando, en un principio, lo que ya se venía esperando, la restitución de los caballos a los diferentes dueños. Todos aquellos caballos que se llevaron secuestrados el día 10 de enero pertenecen a las diferentes lof de Resistencia de Departamento de Cushamen, y algunas que otras comunidades también que les han llevado sus caballos por un tema de sobrepastoreo o por no tener lugar. Lo último que hemos sabido de los animales es que estaban en malas condiciones, muy flacos, mal alimentados, esa fue una de las razones para la devolución de los caballos, tampoco tenían argumentos para dejarlos secuestrados. El juez firmó la restitución de los animales, después de que el fiscal Díaz Meyer ha pedido la nulidad de la restitución de los caballos alegando que los necesitaban para unas presuntas pericias en los vasos de los caballos, pero no le dieron lugar porque a medida que el tiempo vaya pasando, los vasos de los caballos van creciendo, entonces eso hace que sea algo ilógico. En momentos más estará llegando el veterinario de la Comunidad, con quien vamos a hacer el ingreso y revisar el estado de los animales. Es bastante preocupante la situación, porque ya se murió una vaca de la comunidad Vuelta del Río el día 22 de enero, y nos notificaron el día 27 del fallecimiento de la vaca, entonces no sabemos qué irá a pasar con los caballos, porque sabemos muy bien que la División Rural, en el transcurso de los días que pasan, pueden inyectar algo a los caballos para que con el pasar del tiempo se terminen muriendo, por eso vamos a ingresar con un veterinario, para poder constatar eso. En caso de que pase algo, va a tener una responsabilidad muy grande el juez que firmó la orden de retención, que fue el juez Colabelli, también será responsable el fiscal Díaz Meyer, y la policía y el Estado provincial.

¿Por qué son importantes estos animales, más allá de su utilidad para el trabajo en el campo?

M.L.H: - Los caballos, además de ser algo fundamental en el campo, nosotros también los utilizamos para nuestras ceremonias, ellos también son parte de los trabajos que a nosotros nos toca realizar como mapuches en el territorio, son parte también de nuestra espiritualidad, esa es la importancia que nosotros les estamos dando a estos animales, no los vemos sólo como un recurso para labrar la tierra o para salir a recorrer el campo, sino que también lo vemos como algo más profundo que es un contacto espiritual con ellos. Esto mucha gente no lo comprenderá, desde un pensamiento occidental se ve al caballo sólo como un animal, pero para nosotros tienen esos beneficios espirituales, esos fines ceremoniales.

¿Qué debemos esperar ahora en El Maitén para que finalmente se produzca la entrega de los animales?

M.L.H: - En cuanto llegue el veterinario, se hará el ingreso correspondiente, no hace falta firmar ningún papel más, es ingresar, verificar el estado en el cual nos los han devuelto, tanto de alimentación como en lo físico general.

También hubo otras manifestaciones en los tribunales de Esquel y en los tribunales de justicia de Rawson, ¿cómo deben comprenderse en el marco de lo que sucedió?


M.L.H: - Hemos generado un tipo de presión popular para responsabilizar a quien comandó la operación de represión y a quien la ejecutó también, esto se debe a una campaña mediática y política que ha hecho el gobernador contra nosotros, que hasta el día de hoy –aunque bajó un poco la intensidad- la sigue continuando, pero la gente se ha manifestado en apoyo desde diferentes lugares del territorio nacional.

sábado, 28 de enero de 2017

La Paz: la mejor capital de Sudamérica



“La Paz te va a encantar, es la mejor capital de Sudamérica”, me dijeron antes de salir de viaje, entre tantos otros comentarios de desaciertos y de atinos que sobrevuelan la previa de cada nueva travesía. Otros me sugirieron que era “un viaje ideológico”, que “al Che se convirtió en el Che cuando conoció Bolivia”. El concepto de “viaje ideológico” no puede más que ser una inefable certeza. Aquí, allá y en todas partes, uno viaja con sus ideas a cuestas, hacia la idea de un nuevo lugar, un nuevo destino. Un nuevo mundo. O un nuevo pedazo de mundo que ensanche el mundo anterior.

La escala en Santa Cruz de la Sierra no me permitió conocer –todavía- al enemigo tan temido (que, luego comprendería, es todo menos “enemigo”; es la pausa necesaria, el “aviso” de que en el altiplano las cosas suceden de otra manera, en otro tiempo): el sorojchi.

El sorojchi (o “mal de altura”, para la mayoría de los viajeros), es indefinible. Aunque técnicamente podría ser definido como “malestar que se siente a grandes alturas en las cordilleras por la falta de oxígeno y que se manifiesta con mareos, bajada de presión, dolor de cabeza o trastornos respiratorios”, en la vida real es otra cosa. Puede sentirse como los intensos y últimos suspiros de una resaca de cerveza mala. O como una migraña dulce, persistente, impiadosa. O, finalmente, como una pareja de juguetones rinocerontes que danzan sobre la base del cráneo, hasta que se aburren y deciden migrar para danzar sobre el estómago, y quien sabe sino aparearse, también. Cuando ese potencial coito concluye, vuelven a danzar sobre la cabeza del damnificado. Y así sucesivamente, hasta que sin previo aviso, la danza desaparece.

Recordé, en aquellos momentos de padecimiento lento, un viejo dicho popular británico: “easy come, easy go”, sincronía que me fuera confirmada luego por una chola que cultivaba un trozo de tierra, a los pies del monte Chacaltaya (5.400 m.s.n.m): “el sorojchi viene solo, se va solo. Tiene que descansar. Y esperar”.

Aconsejan también, para mitigarlo, mascar hojas de coca, o tomar “mate de coca”, o mascar caramelos de coca. La Coca es la deidad primera y última de La Paz. O de Bolivia, en general. Esta nación posee la particularidad de tener el mayor porcentaje de población nativa de América Latina (aproximadamente entre el 60 y el 65%, según datos censales del año 2001), lo que le otorga un orgulloso arraigo natural, y la comprensión intrínseca de las creencias ancestrales que suponen a la naturaleza como un todo, como un Ser absoluto representado por la conjunción de los tres reinos vivientes en una armonía plena, oculta. Indescifrable.

La industria farmacéutica también ofrece una solución científica para el sorojchi: las abundantes y ya célebres “sorojchi pills”. Están compuestas por 325 mg de ácido acetilsalicílico, 160 mg de salófeno y 15 mg de cafeína. El efecto dura unas ocho horas, por lo cual se recomienda, transcurrido ese lapso, ingerir otra dosis. Según el prospecto, sorojchi pills ayuda a mejorar la irrigación sanguínea cerebral y aumentar la capacidad respiratoria del individuo”. Se aconseja, como complemento, “comer liviano” y “tomar mucha agua”. “Descansar bien”, en síntesis y como corolario final del tratamiento.
Pero nada de esto acaba por funcionar del todo, por ser una “solución total”, si no logra comprenderse la verdadera naturaleza del secreto que La Paz esconde. Del sorojchi como una prueba necesaria. Como un descenso personal a los infiernos, cuyo fin último sería ingresar en otra dimensión de la existencia, en otra forma de comprensión de la realidad y del mundo circundante.

La Paz es una ciudad enorme. “La Paz es una cuenca”, dicen sus habitantes. Es imposible recorrerla toda en la duración usual de un viaje vacacional promedio (15/20 días). Pero el solo hecho de poder vivirla y conocerla –aunque brevemente-, nos deja con ese sabor a menta dulce en la boca, con esa sensación vívida de resto de sueño maravilloso en la orilla nebulosa del despertar.

Vista desde “el Alto” (“el borde del cuenco”, digámosle), La Paz parece de arcilla. El marrón ladrillo le otorga un goce visual y estático sorprendente. La mayoría de las casas -excepto en las zonas de “el Bajo”- están construidas de ladrillo a la vista, o de ladrillo sin revocar. Podría objetarse a simple vista y desde determinados cánones de Belleza, la “antiestética” terminación. Pero la estructura –lo que importa- es sumamente sólida.

La Paz está densamente poblada (según datos del Censo 2012, el área metropolitana posee 1.8 millones de habitantes, es el centro urbano más importante del altiplano andino). Y parece continuar poblándose a cada momento, en cada nuevo y lento pero periódico despertar.

De camino por “el Bajo”, luego de haberle comentado mis desventuras con el sorojchi juguetón, una guía de turismo me tranquilizó: “acá no vas a tener tanto problema como en el Alto, hay menor altura sobre el nivel del mar, se respira otro aire, hasta las casas son más lindas”. “Y es más caro el nivel de vida, también”- agregó.

En esa “La Paz cuenco”, el borde, “el Alto”, se encuentra a 3.700 m.s.n.m, mientras que “el Bajo” -o la base- a unos 3.200 m.s.n.m. Y como todo cuenco –continuando con la utilización hasta el hartazgo del elegido conglomerado simbólico- comienza por llenarse desde la base, para luego ir creciendo en volumen y derramar –casi utópicamente- su contenido hasta los bordes.

Las rutas montañosas y de tierra o de “mejorado”, a veces dificultan el acceso terrestre. Pero La Paz tiene, desde 2014, la línea de teleféricos más extensa del planeta (10.377 metros de longitud). Se divide en tres rutas, que se identifican, a su vez, con los tres colores de la bandera de Bolivia: verde, amarillo y rojo.

La línea amarilla comunica “el Alto” con “el Bajo”, desde el oeste hacia el centro sur de la ciudad, y desde la estación central Chuqui Apu empalma con la línea verde que conecta con Irpawi, estación elevada en el extremo sur del conurbano paceño. La línea roja transcurre en el extremo noroeste de la ciudad, une la estación central de Tayipi Uta con la de Jach’a Qhathu (esta última, la más cercana al Aeropuerto Internacional de El Alto).

En el trayecto de línea amarilla de teleférico (desde Qhana Pata hasta Chuqui Apu) me acompañaban dos estudiantes en la cabina. Uno le comentaba a la otra que “antes del teleférico era imposible bajar a estudiar a la universidad”, y que “ahora era todo mucho más fácil y rápido”.

En La Paz se destaca constantemente (en carteles, propagandas, ministerios) la noción de “estado plurinacional” (denominación que reconoce la diversidad de naciones dentro del Estado Boliviano, vigente desde el 22 de enero de 2010 y decretada por el gobierno del actual presidente Evo Morales, primer presidente colla en la historia de Bolivia).

La venta en las calles de la ciudad es excesiva, los colectivos pequeños se mueven como electrones irrefrenables a través de una malla de cobre. La gente bebe refrescos con sorbete dentro de una bolsa de plástico. Los bares y restaurantes ofrecen una variedad inconmensurable de posibilidades gastronómicas. Se venden hierbas para todo. Se compran ilusiones, pequeñas alegrías cotidianas. El sol dorado matiza el ocaso cansino.

Va atardeciendo en La Paz, y los autos y la gente se mezclan, se rozan, se esquivan, en una sinfonía inexorable y caótica. Todo sucede como en un gran hormiguero lento y dinámico.

El tiempo se deconstruye, el sorojchi aglutina el tiempo-de-fuera con el tiempo-La-Paz.

Se torna imprescindible la pausa necesaria, el instante de contemplación. Porque en La Paz –más que en cualquier otra ciudad del planeta- la tierra se mezcla con el cielo en una melodía silenciosa.

Debe ser por eso, entonces, que es la mejor capital de Sudamérica.



sábado, 14 de enero de 2017

Carolina Luján: "Ayer fuimos víctimas. Hoy somos personas empoderadas"

Carolina nos abrió las puertas de su casa y nos permitió adentrarnos en su micromundo, en su refugio. Enmarcadas en un patio que incluye huerta, sentadas en una mesa cubierta con las artesanías que estaba armando con piedras, alambres e hilos. De un vistazo, ni bien llegadas, sabíamos que lo que desandaríamos no sería una historia de humillación y violencia sino de empoderamiento y reconstrucción.

Eso nos llevamos. Con eso nos quedamos. Eso socializamos.

Carolina Luján es la primera denunciante de Cristian Aldana (Voz y líder de “El otro yo”), quien se encuentra detenido desde el 21 de Diciembre en el Penal de Marcos Paz bajo la carátula de Abuso Sexual Agravado y Corrupción de Menores contra al menos siete mujeres.

¿Cómo te llega la noticia de que Aldana estaba preso?

Estaba en el colectivo yendo a comprar los ingredientes para hacer pan dulce para la Navidad. En ese momento sonó el teléfono. Me estaban llamando de la querella, porque yo soy una de las tres querellantes dentro de la causa. Me avisa la abogada: “lo logramos, está preso”. Casi me muero. De hecho se enteró todo el colectivo porque grité “¡gracias, gracias, gracias!”. No lo podía creer, fue un shock. Me dieron muchas ganas de avisarles a mis compañeras y a mis amigas, porque la querella no se había podido comunicar con ellas. Así que cargué el celular y empecé a llamarlas para avisarles, y fue muy loco.

De a poco voy cayendo cada vez más, y se van ubicando más las cosas, con este suceso y con todo, porque forma parte de toda una historia de vida, también. Es muy impresionante, es como al fin un respiro. Estábamos igualmente a la expectativa porque era una preventiva, no se sabía si iba a quedar preso hasta el juicio o no, si era sólo para indagarlo o no. Porque lo que había sucedido es que nosotras durante todo este año estuvimos laburando un montón con “Ya no nos callamos más”, que es la proclama que yo utilicé para la pancarta; y después Charlie y Felicitas cuando armaron el blog con otras compañeras más utilizaron la misma proclama. Estuvimos dando charlas por universidades, escuelas, centros culturales, armando encuentros y visibilizando durante todo el año no sólo nuestro caso sino también el de las otras compañeras: las denunciantes de Carrasco, de Palma, de Miguel del Pópolo, y de muchos más. Y también creando un espacio para que todas podamos contar nuestras historias y que se genere ahí una reciprocidad, una hermandad, una liberación también, y una visibilización ante todo. Así que fue el resultado de todo este año de mucho laburo, y también el resultado de muchos años de laburo independiente de cada una. Y personalmente, bueno, desde que hice la pancarta y desde que hice las tres primeras denuncias en 2010.

Estábamos a la expectativa, creo que a los tres días de esto, yo estaba feriando en Centenario y me llaman de C5N. Me dicen que me querían hacer una nota en vivo, si podía ir al canal. Les dije que no, que estaba feriando y me dicen “bueno, mandamos un móvil”. Me sorprendió, porque todavía yo no sabía que había salido el fallo. Y en vivo y en directo Mauro Zeta me lee el fallo y bueno, se ve en la nota, fue una emoción muy grande. Primero porque escuchar a un juez, sabiendo lo que es esta justicia patriarcal y habiendo tenido la experiencia tan mala que tuve en 2010, tanto en la comisaría de la Anti-Mujer de Morón como también en CABA. Escuchar esas palabras de un juez para mí fue “guau, esto realmente es un antes y un después”. Está marcando un precedente que es para todo el movimiento, ¿no? Porque si esto se está logrando con una persona se tiene que lograr absolutamente con todos los violentos, abusadores, violadores y femicidas. Esto es muy importante que lo tengamos en cuenta. Por eso el logro es colectivo.

Cuando todos estos años estuve hablando con otras compañeras y personas que han vivido situaciones similares -o iguales, o peores-, siempre había como una reciprocidad y un entendimiento. Pero cuesta un poco más cuando la otra persona o está cegada de ver la violencia que vive en el día a día, o simplemente no tiene empatía. Y escuchar esas palabras de un juez, tan detallado, tan claramente, tan como nosotras lo vivimos. Porque es real, esta persona se abusó de su condición de ídolo, “El otro yo” es una red de corrupción de menores, dentro del rock argentino hay también una corrupción, una red cómplice, una red que actúa. Porque él no es el único abusador, hay muchos más, no es el único violento. Entonces fue como…“al fin”.

Pienso en esto que decís, “sabemos que tenemos razón, pero que te lo diga desde afuera alguien que forma parte del sistema opresor es como decir… ¡guau!” Avanzamos diez casilleros para visibilizar, para reconocer, y de alguna forma en el proceso de reconstrucción. Porque el proceso de reconstrucción es interno, pero si hay un reconocimiento desde afuera vuelve a ser más vivible tu vida, más vivible la vida de los demás.

Realmente es muy feo contar tu historia. Por eso reivindicamos toda forma de denuncia: agarrar los aerosoles, hacer fanzines, hacer encuentros. Porque la realidad es que no es lindo ir a denunciar: el proceso es lento, es doloroso, es revictimizante, la justicia es patriarcal, es machista, eso es una realidad. Siempre desde ese lugar de alerta, entendiendo en qué sistema nos estamos moviendo y que la lucha es contra eso. O sea, contar nuestras historias, hablar, rompe ese sistema putrefacto machista. No es solamente una liberación personal; es ayudar a desentramar y a transformar esto, a deconstruirlo. Porque claramente no sirve, nunca sirvió y no va a servir. Entonces desde ahí es como tomar la importancia de lo que es hablar. Y desde ese habla y desde esa expresión, también estar muy alertas las personas que tomamos la palabra y decidimos exponer nuestras historias y denunciar. Porque no es sólo una denuncia a una persona, es una denuncia a un sistema, a una justicia, a toda la construcción heterosexual hegemónica, es toda una construcción y no es uno solo el responsable: uno es el perpetrador, pero hay toda una sociedad que está dando vuelta la cara sistemáticamente ante estos casos, desde lo más pequeño como en un colectivo cuando te tocan el culo, hasta lo más grande como es un femicidio o una violación. Y esto se ve adentro de las casas, fuera de las casas, en todos lados, en la televisión. Entonces, si yo estoy haciendo esta denuncia, a mí me parece muy importante ser lo más consecuente posible con todo lo que estoy diciendo. Y desde ahí es mi lucha personal y mi aporte individual a la gran trama que se está gestando mundialmente. Me parece que es muy importante eso, estar muy alertas a nosotras mismas para poder combatir eso de ahí afuera. Porque la primera guerra que tenemos es contra nosotras mismas cuando no nos queremos, cuando nos revictimizamos. Todo eso que genera esa violencia de afuera, genera también un autocastigo dentro, y es muy difícil salir de ese círculo. Lleva todo un proceso la autovaloración, el respeto propio y el ser consecuentes con eso por lo que vamos a luchar. Para poder salir a luchar contra todo esto, claramente hubo antes todo un proceso individual para poder estar de pie. Porque si no estaría destrozada, como lo estuve. No sé cómo hubiera sido si esto me hubiera pasado en 2010 cuando hice las primeras denuncias, tenía veinte años, y no sé, no lo podría haber manejado realmente.

A todas las compañeras que se animan y toman las fuerzas para poder esbozar sus historias, que sepan que hay toda una gran comunidad de personas hermosas en el país y en todo el mundo, feministas, donde van a encontrar apoyo, hermandad, un sostén para poder hacer ese otro trabajo que viene después de dar la palabra, que es curar la herida. Y darnos cuenta del poder que se genera cuando se toma la palabra, y tu historia ya no es una carga, sino un motor para dar fuerza a otras personas. Eso es bellísimo y muy reparador también.

Desde 2010, cuando empezaste a denunciar, hasta hoy… ¿Notás que hubo algún cambio significativo en cuanto a los procesos, a lo que representa ir a hacer una denuncia, presentar declaración, etc.?

Estamos en un momento histórico en el que hay una polaridad muy grande. Por un lado, la opresión llegó a un punto tal que tuvimos que salir a las calles y en este último Encuentro Nacional de Mujeres fuimos cien mil aproximadamente, todas bajo la misma bandera que es “basta, esto no lo queremos más y no vamos a aceptarlo bajo ninguna forma y bajo ningún pretexto”. Y al mismo tiempo ganó Macri, que es una realidad que nos está atravesando en el día a día. Todo está saliendo, como un volcán, está saliendo toda la basura afuera: el racismo, la discriminación, el sexismo. Y estamos en ese momento en que, desde mi humilde lugar, me parece que la mejor herramienta es ser muy consecuentes con los pasos que damos en el día a día. Entender y saber que estamos en un momento histórico de quiebre, en el que lo que siempre se supo y lo que siempre se vio como algo naturalizado (por miedo, por silencio, por una cultura de la violación, por un montón de razones) hoy se está diciendo “NO”. Y se está accionando para que eso no siga sucediendo. Y esa es mi utopía, es mi sueño, yo no quiero que esto le suceda a nadie más, cada historia que compartimos es desgarradora. Y nadie se lo merece, nadie se merece vivir bajo esta opresión y bajo este sistema nefasto en que vivimos. Pero bueno, es importante eso: verlo e ir transformándolo día a día, y en cada paso.

En tu caso particular, esta sanación o este inicio de un proceso, va de la mano con un proceso histórico ¿en qué momento a vos “te cae la ficha” y te das cuenta de que lo que te estaba sucediendo no era normal, que no estaba bien?

Tiene que ver con la importancia de esos pequeños gestos, de estar ahí, de escuchar y estar alertas. Porque, por ejemplo, yo tuve una banda toda mi adolescencia, desde los trece años. Hoy escucho las canciones y yo estaba gritando a viva voz que me ayuden, mis canciones eran muy explícitas, las letras eran muy explícitas. Yo creo que el momento de darme cuenta se dio porque hubo toda una secuencia atrás de pequeños actos de personas que me rodeaban. Me acuerdo de un amigo que me dejó de hablar porque veía la situación, y me decía “algún día me vas a entender”, hoy después de todo esto se volvió a conectar conmigo.

Mi niñez fue atravesada por la pobreza. También fue atravesada por el machismo, porque mi padre dejó a mi madre cuando estaba embarazada y ella tuvo que salir a trabajar (una historia que lamentablemente vivimos muchas personas). Hubo una situación de vulnerabilidad, y hubo situaciones de violencia también en mi niñez.

Cuando tenía catorce años iba contándole (a Cristian Aldana) todas estas cosas: que no tenía papá, que había sido abusada y él toda esa información que me iba preguntando (porque los psicópatas actúan así, te van sacando información de a poco para después manipularte a través de eso) en vez de usarla para actuar como una buena influencia, la utilizó para menospreciarme aún más. Eso se vio muy claro cuando convivimos. Y el “click” creo que fue que dentro de todo eso hubo personas que se acercaron, y en algún momento me dieron un abrazo, y en algún momento me dieron su apoyo, y de algún modo estuvieron ahí. Eso es muy importante, muy crucial en todo esto. Una demostración aunque sea mínima de cariño, salva vidas, te salva la mente. Hay un sostén, hay una referencia. Si yo no tengo una mínima referencia de cariño cómo voy a salir de una situación así, cómo no voy a estar sumida en ese dolor o en esa depresión, cómo no voy a volver a repetir la historia...Muchas personas que fuimos abusadas en nuestra niñez después terminamos en relaciones violentas por toda esta situación de vulnerabilidad que el psicópata aprovecha. Entonces ahí nos damos cuenta de que el problema es social, y de que todas las personas tenemos responsabilidad de todos los hechos de violencia que suceden en este entramado que todos estamos alimentando día a día con nuestras acciones. Yo no puedo decir “eso le pasó a mi vecino, y yo no tengo nada que ver”. Porque soy cómplice cuando prendo la tele y consumo a Tinelli, cuando consumo toda la estructura que me está oprimiendo y no la estoy cuestionando. Por eso hablo de ser consecuentes y de estar alertas, de escuchar a las personas que nos rodean, de escuchar a esas niñeces. Yo no digo que vamos a ser salvadores ni salvadoras de nadie, pero sí tener la conciencia de que tenemos una cuota de responsabilidad y de que realmente podemos aplicarla en todo momento y en todas las situaciones. Transformar esto es una responsabilidad de todos. Y no es sólo en las calles, es en las calles y es adentro de las casas.

Es el juego que se da entre lo público y lo privado. Una no está ajena a la posibilidad de “cruzarse con un loquito” y que le pase algo. Pero la mayoría de estos casos de violencia vienen de nuestro entorno más cercano. Vienen, como vos nos decías, de la niñez, de formar una pareja. Es esta mixtura de lo público y lo privado que se tiene que desvanecer en este sentido.

Es un proceso, también es ir allanando el terreno. Porque yo estoy pudiendo decir esto gracias a que mi generación anterior hizo otras cosas, y la anterior otras cosas, y la que sigue hará otras cosas.

También les quería compartir que la persona que abusó de mí cuando tenía cuatro años, que se llama Maximiliano Espina, hoy está preso en la preventiva. Y ayer me enteré de que está preso en Marcos Paz también, con Cristian Aldana. Así que para mí personalmente eso también es todo un suceso revolucionario. Estoy muy agradecida a las personas que lo denunciaron, quienes lamentablemente fueron víctimas también de esta persona. Les costó mucho romper el silencio. Y con esto quiero desmantelar todo esto que sucede dentro de la sociedad familia, que también es otro estado que hay que transformar definitivamente, por la importancia de lo que sucede detrás de la puerta. La importancia de hablar, de expresar, porque estamos abriéndoles puertas a muchas personas para sacarse eso de encima. Yo no soy víctima hoy. No somos más víctimas de estas personas. Fuimos víctimas. Hoy somos personas empoderadas que estamos dispuestas a cambiar eso que nos oprimió, para poder liberar el camino a nosotras primordialmente, y así a todos y todas colectivamente. Expresar realmente resignifica, sana, cambia. Y realmente es revolucionario hoy en día tomar la palabra sin miedo, sin vergüenza, y sabiendo que hay un montón de personas que te van a estar apoyando. La cultura de la revictimización la estamos combatiendo día a día con nuestra palabra, con nuestra fuerza. Y cada vez más gente abre los ojos; ahora con el video, con el fallo y con Aldana preso esperando el juicio. Es impresionante la cantidad de ex fans que me han escrito pidiéndonos disculpas, diciéndonos lo cegados que habían estado. Es un proceso, yo realmente no los culpo, pero llamo a la reflexión y a que abramos los ojos. Porque cerrar los ojos se cobra vidas, cerrar los ojos mata a gente.

Hace un momento mencionabas el caso de Dante Palma, cuya denunciante es Julieta. Vos estabas dentro de una comunidad de fans de un determinado grupo. Ella, en el paralelo, estaba dentro de una agrupación política donde supuestamente uno está contenido dentro de determinadas redes, pero la palabra se diluye en la figura del líder musical, del referente político  ¿Qué pasa con ese entorno?, ¿cómo es el proceso con el entorno de la banda, con los fans, con los músicos, con la hermana de Aldana?

Para mí es muy importante poder discernir y alejar a toda persona contaminante de tu alrededor, porque son las que te ponen la cara. Prefiero tener a dos personas a mi lado, pero que esas personas sean de calidad, y no que me estén machacando y revictimizando constantemente. En concreto, hay dos mujeres de las que no me olvido más. A una le cuento en los camarines del teatro de Lacroze que habíamos vivido una situación violenta, que yo estaba cansada, me acuerdo que me puse muy mal y le conté que me había golpeado y ella me agarra la mano y me dice: “bueno, tranquila, vos tenés que entender que él está con mucho trabajo, que está muy estresado”. Le cuento a otra chica y me contesta “ay, no me cuentes más, que me hace mal y tengo ganas de retarlo”.

Mucho después, cuando estábamos en el último período de convivencia, donde la violencia ya era terrible, hubo una secuencia: una situación en la cual Aldana me golpea, me viola, me dice un millón de aberraciones, todo con una locura de llanto, de pegarme mientras me decía “te amo”. Tocan el timbre y era un compañero de él, de la Unión de Músicos Independientes. Esta persona entra al departamento, yo estaba llorando desconsolada (imaginate mi aspecto, acababa de ser golpeada y violada). Aldana le da las llaves del departamento, le dice “tomá, hacete cargo, no me la aguanto más”, y se va, me deja con esa persona ahí. Yo le digo que me quería ir para la casa de mi mamá. Y me dice “bueno, andá al baño, lavate la cara”, yo llorando sin parar, colorada y golpeada. Esa persona me acompañó hasta la estación de Once, me compró una gaseosa. Me dijo “tranquila, relájate, Cristian está muy estresado, él me hizo muy bien a mí, es mi mejor amigo, ya se le va a pasar”. Me dejó ahí y yo me tomé el tren en shock hasta lo de mi mamá. Esa persona obviamente va a tener que dar explicaciones en la justicia. Y seguramente lo encubra, porque la Unión de Músicos Independientes es un espacio encubridor, es un espacio revictimizante, es un espacio que nada tiene que ver con la música independiente ni con los logros independientes, que es una mentira. Loco, armen otros espacios que no los sostengan abusadores ni encubridores de abusadores. Lo siento mucho si les quita trabajo a muchas personas. A nosotras nos quitó la inocencia y muchas otras cosas mucho más importantes que un dinero mensual.

La carátula contra Aldana es “corrupción de menores”, ¿hay chance de que más personas terminen procesadas o en prisión? Nos contabas que vos lo conociste porque en un recital alguien de su entorno te preguntó si querías conocerlo y los presentó.

Cuando la UFEM pone ese título, esa carátula “corrupción de menores”, a mí me cerró todo. Yo siempre lo había visto, pero no le había puesto un nombre. Ese es un proceso también, ponerle nombre a las cosas que te suceden para poder ubicarlas y acomodarlas.

Va a tener que ir mucha gente a declarar. Si van a ir presos, no lo sé. Ojalá. Porque varias personas se merecen ir presas. Porque nuestra vida vale y lo que hicieron con nosotras no es gratuito. Ojalá vayan presas todas las personas que tengan que ir presas, no sólo en este, sino en todos los casos. En este caso nombramos a un montón de personas, de bandas, de gente de la Unión de Músicos Independientes, y gente que trabajaba con él, sonidistas, etc. Bueno, toda esa red obviamente está en la declaración. La persona a la que estamos denunciando por violación, por corrupción de menores, por abuso sexual, por contagio de enfermedad, por golpes, por manipulación, por abuso psicológico, es Cristian Humberto Aldana. Y en su declaración, un montón de personas que accionaron para que esto sea favorable. Ojalá que tengan también su castigo. Ojalá. No lo sé, la verdad. Está declarado, pero no lo sé.

¿Cuál viene siendo en este tiempo tu relación con los medios? ¿Cómo ves (y sentís) que cubren este hecho, cuál es la perspectiva con la que lo tratan?

 Yo apagué el televisor hace muchos años. Me parece que no sirve para mucho, dado y utilizado como se utiliza, en su mayoría. Y también hay un doble discurso, en contra de la violencia de género, pero te corto la tanga en vivo, y revictimizo de una forma, y humillo y trato de objeto. Entonces hay un doble discurso muy grande, que es esto que está sucediendo: la mierda está saliendo, la estás viendo. Estás acostumbrado a una cosa que para cambiarla hay que tomar decisiones, y a mucha gente le cuesta tomar decisiones porque están muy cómodos.

Trato de elegir muy bien a quién darle una nota y con quién expresarme. También me parece importante que todas las personas que se abren a dar alguna nota periodística siempre estén alertas a tener el control del manejo de la situación, para que no sea una alimentación de morbo, o no sea lo que el medio quiera, y empezar a empoderarnos de ese modo. Y creo que si el caso este se está viendo desde una perspectiva bastante coherente, es gracias a todas nosotras, gracias al movimiento y a las denunciantes que le damos esa coherencia. Porque del otro lado obviamente siempre están las ganitas del morbo, porque es lo que vende. Entonces la coherencia la damos nosotras, y por eso es tan importante sabernos fuertes, estar acompañadas y estar todas juntas. Sola no se puede.


Entrevista realizada el 11/12/2017 para el programa radial “
Lo Menos Pensado”.
(Lunes de 21 a 24 hs por www.radiobarbarie.com.ar)


miércoles, 11 de enero de 2017

Cuerpos que no importan, muertes deseables



Cuerpos que importan. Cuerpos que valen la pena. Cuerpos invisibilizados. Cuerpos funcionales. Cuerpos indeseables.

Los discursos políticos hegemónicos parecerían no tener intenciones de innovarse. Frente a situaciones de conflictividad social, se ponen en juego recursos utilizados en momentos similares. Instados y reactualizados, los mecanismos que se activan no son casuales.

Tiempo atrás, ni bien entrada la gestión “Cambiemos”, se apuntó a la estigmatización de la inmigración limítrofe, esta vez desde los cargos económicos que generan en nuestras universidades públicas. Argumentos sin sustento teórico ni datos certeros, se articulaban en discursos mediáticos cargados de prejuicios.

Sabíamos que sucedería. Tarde o temprano. Vendrían discursivamente también por los pibes y sus cuerpos.

En primera instancia, nos posicionaremos desde lo discursivo de la cuestión,  para sí luego dar cuenta de una materialidad que ya aborda trágicamente esos cuerpos: los cuerpos de los pibes en los barrios. Como punta del iceberg que se hace visible a partir de los medios de comunicación, recorremos la búsqueda de  solución a futuro en las consecuencias de la intemperie provocada por políticas excluyentes en el pasado.

El motivo de la avanzada -en esta oportunidad- fue el caso de Brian, el “niño” de 15 asesinado por el “El Brian” de 16 en el Barrio de Flores, el pasado 24 de diciembre (el trato discursivo hacia los dos Brians merece un artículo aparte).

Imposible negar el dolor que nos provoca la violencia que implica esa muerte. Mucho menos invisibilizar el pedido de justicia de la familia. Pero más allá, hay mucho. Que en los barrios es un más acá. Que implica también vidas y cuerpos, pero que en estos casos poco importan.

Sabemos (no es novedad) que hay vidas que valen más que otras. Vidas que existen y vidas que no. En el plano simbólico, pero también en el material. En nuestras condiciones reales de existencia y en cómo ellas se reproducen en otros planos, mediáticos o de viralización en las redes sociales.

Poco importa la vida del adulto joven, de “El Brian”. Poco importa su trayectoria, su derrotero social. Solo importa el suceso final y de público conocimiento que lo transforma tan solo en un cuerpo que molesta, en una vida que no importa. Con la que no sabe qué hacerse.

Claro está: Si “El Brian” fuera mayor de 18 años, la discusión mediática rondaría sobre las aristas de la pena de muerte. Pero no. “El Brian” es un pibe. Y eso jode más, porque la cuestión pasa sobre cómo volver digerible la certeza de que no se sabe qué hacer con la situación, o más bien de que poco les importa a los sectores de poder que nos gobiernan.

Diversos análisis críticos nos dan cuenta de la falta de consistencia en los proyectos que sostienen la necesidad de la baja en la edad de imputabilidad. No es que desconfiemos de las “nobles” intenciones de nuestra dirigencia política con claros intereses de clase. Sostenemos que estos mecanismos penales criminalizan y estigmatizan a los sectores menos favorecidos en términos económicos.

Si la consigna “Ningún pibe nace chorro” no dice nada para algunos, tal vez sí lo hagan los datos duros de los que tanto gustan ciertos sectores sociales. Recientemente, Martin Granovsky, en una nota para Página 12, deconstruyó estadísticas brindadas por el Consejo de la Magistratura del Poder de La Nación en su informe sobre homicidios ocurridos durante el año 2014. El nombre del articulo es elocuente: “Casi no hay chicos que matan”.

“(…) la sociedad no puede mejorar bajando la edad por el simple hecho de que los delitos graves cometidos por la franja de entre 16 y 14 años no pasan del cinco por ciento del total”[1]
Si la lectura ideológica crítica al sistema sobre la necesidad de la modificación del sistema punitivo no es suficiente, las estadísticas nos hablan de una respuesta que poco abarca la problemática de manera integral.

La cuestión no estaría pasando por la preocupación de qué hacer con los pibes en extrema situación de vulnerabilidad social que terminan delinquiendo. La cuestión pasa por dar una solución rápida que contenga la indignación social vociferada incansablemente desde los mass media y los portadores periodísticos del discurso hegemónico. Pero los números hablan por sí solos. Por más que dicha “solución” fuera exitosa, solo se podría ir contra un 5% de los delitos graves.

En este sentido, bajar la edad de imputabilidad, generaría a su vez una nueva caza de brujas que legitimaría mayor presencia de seguridad. Presencia que por demás ya ha demostrado poca eficiencia en sus objetivos fundacionales. Analizando la cuestión desde la propia óptica de los sectores de poder, ni siquiera la sobre-estimulación del monopolio de la coacción física estaría funcionando. Las Naciones Unidas “recomiendan” 300 policías cada 100.000 habitantes. En Argentina, elevamos el promedio a 500/100.000 h. (Esto sin mencionar prefectos, ni gendarmes, ni la situación especifica de la Ciudad de Buenos Aires con la presencia de la nueva policía que elevaría esta relación a 852 agentes de seguridad cada 100.000 habitantes).

En resumidas cuentas, se interpela negativamente a los cuerpos de los pibes como chivos expiatorios desde un llamado a un mayor control social en un contexto de ajuste que se da en paralelo con el desmantelamiento de proyectos educativos y de contención social. (Podría pensarse conceptualmente la reflexividad de dicha cuestión en lo que Rodolfo Walsh denominó en el marco de su “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” como la gestión eficiente de una “miseria planificada”)

En el comienzo del artículo, disociábamos la cuestión sobre los cuerpos de los pibes en dos dimensiones: una discursiva y otra material. Obviamente, estas se retroalimentan, construyéndose dialécticamente. Pero vale la pena ver cómo se van conjugando.

Al menos en principio, nos estamos moviendo coyunturalmente en un plano discursivo. De aquí a que se llegue a la baja de la imputabilidad, sucederán miles de debates televisivos, discusiones en redes sociales y es esperable un debate parlamentario. Es decir, de aquí a que se convierta en una realidad fáctica, nos seguiremos moviendo en un campo de lucha pseudo argumentativa. Sin embargo, lo que pretendemos desde aquí visibilizar es que mientras esto sucede al reactivarse la discusión, otras cosas vienen sucediendo con y en estos cuerpos que molestan.

Si hay cuerpos (vidas) que no importan, sería coherente que la muerte de esos cuerpos carezcan de relevancia social – mediática. En un punto, hay determinadas muertes que se convierten hasta en deseables. El decir “Uno Menos” cuando cae un “pibe chorro” se vuelve el dicho que esto materializa.

En este complejo escenario sociopolítico, los cuerpos de la franja marginal sub-16 parecerían debatirse entre otro camino más que se abre a su vertiginoso andar. El gatillo fácil[2] ya los tiene marcados, como hoy los medios masivos de comunicación.

La Coordinadora Contra La Represión Policial e Institucional (CORREPI) registra los siguientes datos en cuanto a personas asesinadas por el aparato represivo estatal en el último año:

“La gestión inaugurada el 10/12/2015, ha superado, antes de cumplir un año, las expectativas más negativas. Con 241 casos en 2016, más 18 entre el 11 y el 31 de diciembre, el gobierno de Cambiemos totaliza 259 casos, a los que habrá que sumar los que se produzcan en lo que queda del año, y los que todavía no hemos llegado a conocer (es habitual que los datos de un 25% o más de los casos del año en curso nos lleguen después del fin de año).” [3]
En esta línea, CORREPI sostiene que las dos modalidades más frecuentes de la represión policial orientada al control social son: los fusilamientos de gatillo fácil (46% ) y las muertes de personas detenidas (39%).

Si ponemos en diálogo – tensión la discusión por la baja en la edad de imputabilidad judicial de los menores y sopesamos la cantidad de casos registrados de ilícitos por esta franja etaria en contraste con las estadísticas por edad de las víctimas de violencia institucional, concluimos en esto que venimos mencionando. Discursivamente, hay cuerpos que no importan. Fácticamente, hay muertes deseables e invisibilidades, salvo pocas excepciones donde la lucha de familiares y amigos logra romper el cerco mediático:

“El 51% de los casos en los que se conoce la edad exacta o aproximada de la víctima, corresponde a personas de 25 años o menos.
El 49% de los crímenes corresponde al segmento de entre 15 y 25 años. Si se suman los de menos de 35, se llega al 86% del total, aún cuando en un 10% de los casos se ignora la edad exacta.”[4]

La muerte no del todo aleatoria como forma de eliminar a  los “otros”. Otros que son jóvenes y marginales. Otros que tienen un reconocimiento legal, pero que aún continúan en un ámbito de no reconocimiento que deviene en precariedad de la vida y claramente en cuerpos que no importan más que en notas de color o como actantes concluyentes en el proceso de “estigmatización”. Un otro que ya no es el subversivo de los ‘70. Es un otro que amenaza y subvierte al orden con su sola presencia, ya sea por miedos justificados por la inseguridad, por temores de clase o por una inclusión social que siempre es a medias y no se sabe nunca cómo volver totalidad.

La imprevisibilidad ante la muerte no implica una falta de configuración de procesos sociales de producción de muertes. Hay una lógica que se repite en forma constante. El primer paso es la estigmatización a través de la construcción de estereotipos y prejuicios. Seguido esto -casi inadvertidamente- por un aislamiento de aquellos a quienes se pretende negativizar desde la subjetividad. Aquí no hablamos de la conformación de ghettos, aunque territorialmente podemos hablar de una segregación espacial. Hablamos de la anulación de redes que permitan saltar profecías autocumplidas de pobreza – delincuencia. Proyectos educativos de diversa naturaleza que no tienen que ver exclusivamente con la dimensión escolar. A esta construcción puede o no llegar la desaparición física y su correspondiente justificación (“el que mata tiene que morir” o el ya mencionado “uno menos”). Hay muertes que se justifican. Muertes amoralmente deseables.

Finalmente, se producirá la invisibilización de los casos con la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación.

El proceso de construcción – deconstrucción de estos otros cuerpos y vidas, no puede entenderse por fuera de este círculo. Se apunta solo a profundizar la estigmatización de los pibes de zonas marginales sosteniendo discursivamente algo que ya sabemos, y que los pibes mismos saben. La violencia institucional en general y el gatillo fácil en particular los condena constantemente. La marginalidad los marca de entrada. Los debates por la baja en la edad de imputabilidad judicial los interpela desde la negatividad de lo que se cree que son, en momentos coyunturales específicos.

Los pibes son entonces los “perejiles” de este sistema que los condena a muerte.

¿Se los va a seguir haciendo cargo de la totalidad del espectro de delitos graves de los cuales no participan más que en una ínfima proporción? ¿Seguirán siendo la excusa y el chivo expiatorio para militarizar los barrios con los diferentes colores de las diversas fuerzas de seguridad que no hacen más que ensuciar la cancha y alimentar constantemente la infatigable maquinaria de represión social?

En suma: Si durante el curso del mismo año se registra un joven muerto cada menos de treinta horas a manos de la policía y fuerzas de seguridad[5]; y, en cambio, los delitos graves cometidos durante ese mismo año por la franja etaria de entre 16 y 14 años no pasan del cinco por ciento del total de casos y sólo cinco de esos casos concluyen en homicidios intencionales[6], (en un marco de proyección de una presencia de agentes de seguridad un 200% mayor a lo que se recomienda por parte de organismos internacionales) ¿no deberíamos entonces –en un victorioso exceso de racionalidad- proponernos una reformulación de la óptica ideológica mediante la cual analizamos la violencia social y su lógica de causa/consecuencia?

¿No deberíamos, tal vez, comprender que el reclamo de “mayor seguridad” instaurado a lo bonzo desde los medios masivos de comunicación utilizando la gorrita del “pibe chorro” como nefasto símbolo paradigmático, sólo nos genera socialmente un síndrome de Estocolmo del cual resulta cada vez más difícil escapar, y que se alimenta compulsivamente con cada nueva oleada de hordas policiales que ese reclamo de “mayor seguridad” justifica y consolida?

No, mejor no.

Encontramos al perejil. Que ya lo teníamos ahí, siempre a nuestra disposición en el agite mediático de cada día.

Total, ¿quién va a llorar por ellos? ¿Qué costo político y moral vamos a pagar?

Ellos lo saben. Los pibes también. Y eso vuelve más vulnerable la cuestión:

Hay cuerpos que no importan. Hay muertes deseables.



Nota Editorial para el programa radial “Lo Menos Pensado”.
(Lunes de 21 a 24 hs por www.radiobarbarie.com.ar)






[2] La expresión «gatillo fácil» fue acuñada por diversos organismos de DDHH, principalmente por la CORREPI y alude concretamente a una ejecución extrajudicial. Las organizaciones de DDHH comprenden en la expresión a toda muerte o daño grave provocado por un uniformado en forma ilegal, se utilice en el mismo armas de fuego o no. «La pena de muerte extrajudicial aplicada por verdugo de uniforme»,
tal es el nombre formal del gatillo fácil. Tiene una función distinta que la represión dictatorial. Se trata de efectuar una represión preventiva destinada a un control social más que al castigo de faltas o infracciones a la ley, y para ello el Estado moderno faculta a la policía y a otras agencias de seguridad. (En “Un discurso para el gatillo fácil” de Gabriel Sarfati)

[3] CORREPI, Recopilación de casos de personas asesinadas por el aparato represivo del estado 1983/2016: http://correpi.lahaine.org/?p=1847 

[4] Correpi, Recopilación de casos de personas asesinadas por el aparato represivo del estado 1983/2016: http://correpi.lahaine.org/?p=1847 

[5] CORREPI, Recopilación de casos de personas asesinadas por el aparato represivo del estado 1983/2016: http://correpi.lahaine.org/?p=1588

[6] Consejo de la Magistratura, Informe sobre homicidios, 2014: http://consejomagistratura.gov.ar/images/stories/Homicidios-2014.pdf