La cuestión pasa
por estar alerta. Alerta ante nosotrxs mismxs y ante nuestras prácticas. Actitud de
sospecha sobre lo que acontece con cierta incómoda naturalidad. Algo hace
ruido. Y de pronto esa interferencia puede permitir que algo se transforme. Así,
de ese “estar alerta” comienza a construirse el “Consultorio de Diversidad” en la Unidad Sanitaria Juan Manuel de Rosas de Isidro Casanova a mediados
del año 2017.
En una amena
charla con Lo Menos Pensado, Guadalupe Alvarez (médica generalista), Silvia
Reitano (trabajadora social) y Daniela D’ovidio (Psicóloga) nos relatan cómo un día comienzan a modificarse determinadas
prácticas. En este caso, las prácticas médicas hegemónicas, en un contexto
territorial concreto donde la urgencia, las corridas y la recarga de trabajo
juegan como protagonistas. Ahí en el medio de la urgencia, se da lugar a lo que
emerge. Estar alerta. Mirando y escuchando.
De pronto, la
sospecha se convierte en certeza y algo se empieza a mover.
“Consultorio de
Diversidad” emerge como proyecto dentro de la Unidad Sanitaria Juan Manuel de Rosas. Un espacio de salud con un
fuerte anclaje territorial, con más de dieciocho años de actividad. Comienza
siendo un móvil que se iba metiendo en los barrios. Hoy en día atiende a una población diversa y
en constante aumento.
El equipo no
puede prever la cantidad de personas que viven por la zona. La generalidad es
que siempre va en aumento, al igual que la población que se atiende en la sala,
que también va creciendo como una constante. También vienen de otras zonas,
como Merlo. El rumor de que “acá se
consigue turnos” no tarda en llegar. No se trata de suerte, ni de amplia
disponibilidad horaria en comparación a otros espacios, sino como ellas mismas
mencionan de una “política abierta”.
Silvia llego a
la sala cuatro años después de su inauguración.
Su rol era difuso, complejo… pero sobre todo parte de una decisión
política.
Silvia: Soy
la más vieja, ¡la más vieja en todo sentido! Hace catorce años que estoy acá,
pero llegué acá por accidente. No había
pensado nunca en trabajar en el área de salud, porque no era fácil, y no había
este tema de las residencias para trabajo social. Era el año 2004. El jefe de
la región tenía nueve cargos para cubrir, y entre esos nueve cargos decide
llamar a cuatro médicos generalistas y cinco trabajadores sociales, porque no
había en lo que era primer nivel de atención. Fue una decisión política, decididamente.
Es
un rol que no estaba ni está establecido. Un rol que particularmente tuvimos
que construir. Yo lo llevé a lo que es atención primaria, y para todo lo que es
preventivo y promocional, más allá de lo que es toda intervención ante
determinadas situaciones particulares. Pero me costó mucho erradicar el tema de
“vengo a pedir, vengo a pedir, ¿me da?”. Que la población entendiera que hay
cosas que son por derecho y no por pedido, y que también entendiera que
nosotros no tenemos el poder de dar. Por lo menos esa es la política que intenté
imprimirle al centro desde el trabajo social. Entonces hoy está prácticamente
erradicado eso; y sí hay intervenciones en situaciones muy particulares en
torno a problemáticas familiares que están relacionadas con salud, donde el
recurso termina siendo algo anecdótico, la mayoría de las veces. Si hay una necesidad el recurso va a estar, pero
no es lo prioritario.
La mirada
deconstructiva de la medicina hegemónica nos aparece en el rol de Guadalupe, médica
generalista, trabaja en la sala hace ocho años a partir del programa de médicos
comunitarios, tras realizar su residencia en “Fuerte Apache” (Barrio Ejercito
de los Andes – Tres de Febrero). Programa comprometido a nivel político, pero
endeble en términos de seguridad laboral. Contratos trimestrales, legajos
municipales, pagos a medias con Nación. Situación que atenta contra
planificación como la que nos relatan en esta charla, pero que para nada anulan
la actitud de sospecha y la acción a largo plazo.
Retomando las
particularidades de la salita, tanto Guadalupe como Silvia nos hablan de las
barreras que atentan muchas veces contra los derechos en torno de la salud.
Barreras burocráticas, de rutinas. Que deben tan solo ser “sospechadas” para
ser repensadas y transformadas.
Silvia:
Y…hay muchas barreras, tenés que venir a
las seis de la mañana, después no hay número, tenés que ser de la zona, tenés
que tener documentos, si no no te atendemos. Todo esto genera barreras. La
mayoría de las salas cerraron sus puertas a las 12 y se acabó todo. Acá
tratamos de ser más amigables, si hay que dar anticonceptivos y la médica justo
no está, nosotras se los damos. En particular yo estoy en contra de hacer colas
a las seis de la mañana.
Guadalupe:
Yo doy turno programado; los pacientes
saben que vienen tal día a tal hora y si no, saben que vengo tal día a tal hora
y me dicen “doctora tengo esto” y vemos, si podemos los hacemos y si no lo
acomodamos.
Silvia: Lo
que pasa también, es una educación en ambos sentidos, institucional y de la
comunidad, que responde a un modelo médico hegemónico. En general, en las
salitas no había equipos, o sea estaba el médico y la enfermera. Esa dupla
hegemónica donde entran a las cuatro de la mañana, entran todos, y te podés quedar
hasta las cuatro de la tarde, pero vos tenés que estar clavadito ahí desde las
siete, es un ejercicio de poder. Entonces que haya equipos, equipos
interdisciplinarios, otra forma de dar turnos. Por ejemplo, la médica
pediátrica también puede dar turnos programados, donde se trabaja con el
control del niñx sano.
En el marco de
la sala se vienen llevando adelante el programa de salud sexual. Las trabajadoras sociales son
las encargadas de entregar los preservativos, los
anticonceptivos y hacer las entrevistas a las chicas.
Silvia: Esto que pasa en muchos lados, que si no pasás por el médico no te podemos
dar el anticonceptivo, en esta sala no sucede. Si estamos algunas de nosotras -que
estamos capacitadas para hacer una consejería individual y darle el método
anticonceptivo-, se lo damos.
Guadalupe: El uso y costumbre hace que vos vayas al médico y que una adolescente
de quince o dieciséis años va temerosa al médico ginecólogo y le dice “vengo a
cuidarme”, y el médico te manda a hacer primero un pap, una colpo, ecografía
mamaria, ecografía ginecológica, y ¿qué sucede?
Esa chica vuelve embarazada. Entonces la idea es, “hacete todos los estudios
y está muy bien, pero de acá te vas con métodos anticonceptivos”.
Como una cosa
lleva a la otra, la actitud de sospecha se hace presente y comienzan a darse
diversos procesos y proyectos. Uno de ellos, el “Consultorio de Diversidad”.
Silvia: La
idea del consultorio también tiene todo un proceso. Si venís trabajando desde
el programa de salud sexual, empezás a tener en cuenta las cuestiones de
género. El programa de salud sexual proviene de una ley del 2002, previa a la Ley
de educación sexual integral que es del 2006. Entonces todas estas cuestiones
son parte y están incluidas en la ley. Pero la realidad es que no estaba el recurso
humano. Por eso es necesario potenciar a las personas que están trabajando. No
lo podés hacer solx, y necesitás de un equipo. La realidad es que tenés que tener
en cuenta la situación actual de la población. Entonces prestás atención y escuchás
que la gente dice que se va al hospital Paroissien, ¿y por qué va al hospital y
no viene a la sala? No vienen porque las instituciones somos expulsivas, a
pesar de que hoy en la sala sabés que puede venir una trans y la tenés que atender.
Por supuesto que hay una evolución porque hace quince años atrás esto hubiera
sido impensado. Hoy hay que remarla, aunque no sea bien visto, hay que
visibilizarlo, y para esto hay que poner el cuerpo.
Guadalupe: Pienso que esto se empieza a pensar más a partir de la ley de identidad
de género. Donde si bien para todos sería obvio que todos tenemos derechos por
igual de tener asistencia, hubo necesidad de que existiera esta ley para
asegurarla. A partir de la ley, desde lo colectivo se puede pensar que hay un
resguardo y puedo protestar desde allí. Así y todo, siempre en última instancia
depende de las voluntades. Pero la ley es una puerta importante.
Silvia: Claro,
podemos enunciar la ley que plantea la igualdad y el reconocimiento de derecho
en la diversidad. Pero de ahí a aceptar la diversidad, y no sólo en cuestiones
de género, sino de diversidad en general. Es lo que cuesta, aceptar lo diverso.
El consultorio
comenzó a tener su espacio el segundo y cuarto miércoles de cada mes por la
tarde, para luego de a poco incluir también al tercer miércoles por la demanda
en aumento.
Guadalupe: Cuando me hicieron la propuesta del proyecto de la sala
inclusiva, dije que sí sin pensar. Pero luego me detuve, ¿por qué hacerlo de
modo separado de la atención de un diabético, o de un hipertenso? Bueno, tal
vez sea un modo de comenzar, para que luego sea un consultorio donde asistan
todos sin distinción. Hoy en la sala de espera necesitan esto de estar en
grupo, ojalá el día de mañana esto no suceda.
Arrancaron el
segundo miércoles de junio con una paciente. “Al siguiente tuvimos dos. Al
siguiente encuentro cinco, luego ocho”. Finalmente, como cierre de año, por el
consultorio pasaron 35 compañeras del colectivo travesti/trans. El boca en boca tuvo un papel decisivo.
Guadalupe: Tuvimos un caso, Patrick, de
origen colombiano, que vino a atenderse y preguntó por Guadalupe, que venía de
parte de una amiga. Le dije “soy yo, esperá que ya te atiendo”. Su cara fue de
asombro. Me contó que venía para hacer el proceso de hormonización, que pasó
por varios clínicos en hospitales, y que en casi todos los casos le dijeron
“acá no es”.
Desde
Nación empezó a bajar a los municipios medicación de hormonización que consiste
en distintos tipos: estrógenos, anti-andrógenos, testosterona. En general, la
comunidad trans va a las farmacias y compran anticonceptivos y lo toman vía
oral o se aplican. El problema es que se aplican dosis excesivas, son muy
dañinas para la salud, por la combinación de drogas que poseen muchos de ellos.
En cambio, el programa de hormonización utiliza estrógeno puro, y se evalúa la
cantidad en el organismo equivalente para la edad que poseen, y se suspende al
llegar a esos valores.
Se observa
entonces que más allá que lo económico es un factor limitante, está la barrera
de un sistema sanitario es expulsivo.
Guadalupe: Hay que deconstruir muchas cosas del ámbito profesional de la salud, donde
el médico es la palabra autorizada y se hace lo que el médico dice. No está la
opción de diferentes tratamientos donde el paciente puede elegir, que es lo que
debe ocurrir. Hay que poner la mirada en que es el paciente el responsable de
su decisión frente a las opciones que el profesional debe poner en
conocimiento.
En relación con el
resto de los países latinoamericanos, nos cuentan que estamos en el primer
lugar de cuestiones de atención igualitaria. La ley está a la vanguardia a
nivel mundial. El profesional debe respetar lo que el paciente siente y decide
amparado en la ley. Sumado a que en el código civil nuevo aparece que el nombre
no es identificatorio del género y que uno debe respetar lo que el nombre del
documento dice de cómo se nombra a la persona.
Silvia: Y
de ahí las tensiones que hay con la ciencia, porque ¿cómo juega el “sentir” en
esto de lo comprobable científicamente? Es algo que va a estar en tensión y
desde la construcción social que hace que todo sea un proceso. Por ahí para un trabajador social “mi imagen
es una cosa y mi sentir es otra”, es más fácil de entender que para un médico,
salvo determinados perfiles profesionales que van más allá, como el caso de
Guadalupe.
Guadalupe: Y que uno tiene muchos prejuicios, sola no lo podría haber hecho. Es un
aprendizaje constante. En estos últimos meses que estamos con esto se me vuela
la cabeza, porque uno viene de tantos años con un bagaje y con una “línea” determinada,
que estar con esto es un reaprender.
Cuando
hablamos con las o lxs pacientes tratamos de hacerlo con naturalidad, sin
muchas vueltas, porque si no generamos confusión. Cuando ven que les hablamos
directo se relajan y se genera mejor diálogo.
Aquí se plantea
una mirada y un oído sensible de la medicina, que como dicen Silvia y Guadalupe,
por momentos se sostiene por voluntades de equipos, y alguna que otra vez por decisiones
o apoyos gubernamentales.
Guadalupe: El proyecto se presenta y no se había pensado en la hormonización.
Fuimos a hablar con Gabriela Paragliano, que es la referente del programa de
salud sexual en Matanza. Cuando llegamos con este proyecto, a ella también se
le iluminó la cara, porque sabía que venía todo esto del programa de
hormonización de Nación. Después tuvimos un encuentro con referentes a nivel
provincial, hubo una capacitación. La realidad es que no hay mucho, y no se
sabe, en el mundo, acerca de hormonización. Uno busca papers pero no hay, es
una práctica que se está llevando a cabo y para mí profesionalmente es un súper
desafío.
La sala se encuentra
tejiendo redes con vínculos territoriales con organizaciones y referentes de la
zona como la “Consejería La Berkins” de Isidro Casanova y con “La Casa de
Lohana y Diana” a través de Florencia Guimaraes García. A lo largo del año se
han expandido a varias actividades como talleres de nutrición y de educación
sexual integral.
Dirección: Ruiz
de los llanos 267. Isidro Casanova.