Por
Karina Fuentes y Paula Daporta*
Equivocaciones,
actos fallidos, furcios, chicanas, bromas. Inconscientes traviesos. Cinismos
extremos.
Ya de
entrada. En los festejos por los resultados de la primera vuelta presidencial, María
Eugenia Vidal primereó con una frase que quedará para la historia "Cambiamos futuro por pasado...".
En el cierre de campaña en Jujuy, Mauricio Macri nos anunciaba que se venía “la Argentina de trabajo y POBREZ…progreso
para todos“
Siguieron
otros. Ya como presidente en ejercicio en el medio del tarifazo, mientras se
inauguraban en Quilmes obras públicas (realizadas por el gobierno anterior), Macri
aseguró que estaba “intentando hacer lo
MINIMO posible para tratar de que acompañemos todos juntos este proceso”.
Ya envuelto (y desenvuelto por los medios de comunicación hegemónicos) en los Panama
Papers nos decía mirándonos a los ojos a través de la pantalla de televisión
que “Mañana me voy a estar presentando en
la Justicia Civil, para APARENT… pedir una declaración de certeza”
No se
requiere extensos conocimientos de psicoanálisis para relacionar estas diversas,
múltiples y recurrentes situaciones con aquello que Freud llamó lapsus. Sospechamos que no se trata de
simples coincidencias en las que se dice lo contrario a lo que se quería decir.
Nada de picos de stress, de inexperiencias o de arrebatos. Hay discursos que se
vuelven insostenibles, para quienes los pronuncian. Palabras que se escapan.
Convicciones inhibidas que afloran involuntariamente, haciendo que el
inconsciente brote mostrando los deseos reales, ocultos o reprimidos.
Los
referentes del Pro vienen cometiendo reiteradamente este tipo de actos
fallidos, en medio de discursos que distorsionan, confunden y ocultan. No es
casualidad decir, lo que no se quiere decir. Más aún lo que parecería que se
quiere ocultar. Sostenemos que estos episodios tienen un correlato con la deconstrucción
y construcción política que se pretende (des) montar.
La
derecha en nuestro país nunca antes había logrado aglutinar tanto consenso dentro
de las reglas de juego democrático. Sabemos que el triunfo no fue político,
sino de marketing. La banalidad política, los globos, las formas, el discurso
zen, la autoayuda, la felicidad nombrada y anunciada dan los tonos del ritmo
del decir actual.
Si
analizamos el discurso “Pro”, encontramos una intencionalidad de confundir,
divertir y distorsionar. Mezclan casi de manera sistemática temas serios con
chicanas. Bajo la luz artificial del dialogo vacio no se responden preguntas y se
excusa. Se aturde. Se bromea. No se toma en serio. El “esa te la debo” como registro de época. Hay un decir que se repite
hasta el hartazgo. Y como única voz sonante, en la que todo el tiempo excusan
inocencia, una no responsabilidad, mezclada con aires de grandeza. Esto, al
tiempo del alejamiento de voces disidentes en los medios masivos de
comunicación, refuerza un llamado a la no reflexión y aturdimiento.
Llega
un punto en donde cabe la pregunta si realmente estamos frente a inoperantes
que no pueden sostener un discurso coherente o verdaderos cínicos. Fácil y rápidamente
concluimos que es un poco de ambas cosas, pero parte todo de una misma
cuestión. No son capaces de interiorizar un discurso que claramente no les
pertenece. Los intentos de tantos asesores no terminan de dar sus frutos. Los
esfuerzos se terminan diluyendo en estos segundos de rebeldía del decir.
Resistencias, que por ellos mismos comienzan.
Martiniano
Molina confundiendo un tema de vialidad con un espacio de Derechos Humanos nos
despeja dudas. Por confusión o cinismo, intencionalmente o no, todo suma a la estrategia
discursiva. Desacreditar, negar o bromear es parte de un proceso en el que se
busca vaciar de contenido procesos varios de lucha, memoria y sobre todo
análisis de la coyuntura actual.
En
tanto, nos encontramos frente a un programa político económico de transferencia
de recursos hacia los que (siempre) más tienen, con una consecuente pérdida de
derechos para el resto de la sociedad. Podemos pensar en un plan sistemático de
exclusión. No hay puntada sin hilo. No hay lugar a dudas. Hay rapidez. Hay
eficiencia. Hay experiencia previa. Hay saberes adquiridos. Hay una
intencionalidad. Pero también hay palabras no debidas que se escapan.
Al
sinceramiento económico, pareciera que le sigue un sinceramiento discursivo.
Viene a decir la verdad. El lapsus deviene lo intencional. En la
mentira del discurso zen, la palabra no debida.
No
es que haya doble discurso. Lo que se dio fue un enmascaramiento de
intenciones. Fue necesario para los grupos de poder real transformar sus
verdades en discursos vacios para ganar las elecciones. El hacer esta en los
hechos y acallados en el decir. Pero la palabra desobedece, se escapa.
Porque la mentira no se puede sostener. Porque la palabra puede más.
Cuando
pensamos en la palabra desde las diferentes trayectorias de lucha en el campo
popular, la encontramos siempre íntimamente relacionada con la acción. La
palabra en sí, como motor del hacer. La palabra apasionada, revolucionaria…
hasta políticamente incorrecta.
Para la
derecha, la palabra viene a paralizar. A convocar a la no acción, a la quietud,
al bienestar y a la felicidad nominada. La felicidad se anuncia, se espera, se
añora, se promete. Por eso la felicidad se espera y sobre todo se contempla en
otros. No importa la obscenidad de la saturación del discurso autorizado por
los medios de comunicación hegemónicos, tampoco su silencio. La palabra no
importa. Importa la imagen construida. La política es publicidad políticamente
correcta.
Esta
modalidad discursiva opera generando una sensación de negación absoluta de la
realidad, aun cuando la negación del decir se rompe en el acto fallido o
chiste.
Podría
pensarse que el significante vacio es el que habilita la construcción de
hegemonía en esta fase de “neoliberalismo careta”. El no decir es el que crea
la ilusión de un discurso universal. Hegemonía vacía, de oídos que no son
sordos. Sino de ojos que son ciegos. No hay oídos edulcorados. Hay ojos que
prefieren no ver. No existe “ver para creer”. Solo una necesidad imperiosa de
creer. Deseo de ser y pertenecer. Sea cual sea el precio. Sean cuales sean las
condiciones materiales que se afectan.
Frente
al blindaje mediático y el llamado acatado a la dominación del hacer- no pensar,
las estrategias de intervención tendrán de valerse de nuevas herramientas que
intenten romper los mecanismos de defensa de estos inconscientes colectivos que
se niegan a hacerse cargo de lo que lograron con ellos hacer. Tal vez los otros
inconscientes nos den una manito… tal vez solo su hacer los reafirme. Tal vez
el decir de lo que no se debe decir termine por hacer ver lo que no se quiere
ver.
*Para
Blog de Lo Menos Pensado - Programa Radial. Lunes de 21 a 24 hs por
www.radiobarbarie.com.ar
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