Pueden pensarse dos formas de
atravesar El Gato No Volvió. En forma discontinua y dispersa
deteniéndonos en cada relato y sus particularidades o de forma devoradora, sin
pausas, como un todo en sí.
De este primer modo de lectura podría
desprenderse un análisis que fuera hondo con cada uno de sus relatos y
particularidades. Sus formas y sus decires. Un análisis literario con todas las
letras. Pero en estas líneas recorreremos el andar de El Gato en forma global.
Como totalidad. Incluso yéndome un poco más allá de El Gato en Sí.
Para comenzar, creo que la totalidad
que es El Gato No Volvió vuelve totalmente superadora la lectura de cada una de esas
particularidades, que son cada uno de sus cuentos. No da lo mismo leerlos todos
juntos, que cada uno por su lado. Hay algo más rondando por ahí. Tal vez ese
algo más puede que sea aquello que el mismo Gato salió a buscar y por
lo cual No Volvió.
Pareciera que El Gato como entidad universal, podría decirnos mucho más que cada
uno de los relatos que allí encontramos. No por un vínculo entre ellos
referencial, sino por un ethos que
los enlaza en lo que ya podemos llamar “la obra” de Facundo Di Cuollo. La
lectura de corrido nos ubica en un plano de continuidad de temporalidades y
escenarios diversos.
El Gato así pensado es
ecléctico, profundo, heterogéneo.
Con una lectura sencilla y llevadera
pero con interfaces filosóficas conceptuales que calan hondo a quien
perceptivamente se atreva a sumergirse en él.
Podría decirse que hay algo de
oscuridad en esta globalidad de relatos. Pero no es una oscuridad que
desestructura o que dispersa, sino una oscuridad desde donde se construye algo,
que no nos deja a la intemperie, sino que permite pensar en cómo una subjetividad
(siempre fundada en una base material y colectiva) permite construirse más allá
y de la mano con la oscuridad que nos acontece y nos da forma.
Hace un momento hablaba de la obra de
Facundo. Foucault deconstruye la palabra “obra”, afirmándose en la
imposibilidad de ser uno siempre el mismo. Eso parecería llevarnos a una esencialización
en donde el autor -para respetarse así mismo- debería mantener un “algo” y por
otro lado implaría una disposición de nosotros al leer que debería también ser
acorde a ese “deber ser”. Cuestión difícil si pensamos en el movimiento andante
de un autor vivo y andante como lo es Facundo.
Saltando entonces por fuera de la magnitud
de una obra podemos (re) pensar lo que Facundo viene escribiendo desde Contingencias
para acá, o más allá, porque no existe una temporalidad lineal de las
producciones. Porque más allá de los puntos de contacto existen diferentes
facetas de uno mismo en las propias varias dimensiones por donde se circula y
desde donde se decide interpretar/pensar/transmitir el mundo. En el caso de
Facundo, las divergencias de sus primeros dos libros y la multiplicidad de
relatos y artículos periodísticos que construye dan bien cuenta de esta
situación.
Contingencias es anterior a El Gato,
pero las particularidades que hacen a El Gato, cada cuento, anteceden y
conviven con Contingencias. Tal vez allí podemos encontrar los trazos
compartidos que exceden lo literario para ir más allá en un hacer cotidiano.
Desde allí, desde esa ruptura de las
temporalidades está lo eclético y heterogéneo de El Gato No Volvió.
Por ahí dicen que somos lo que
hacemos por cambiar lo que somos. Entonces la producción de Facundo -más allá
de lo literario- se enmarca en una mucho más allá de situaciones en los que el
autor es mucho más que un autor, sino un SER ANDANTE en distintos haceres que
lo construyen desde cada espacio por el cual circula.
La riqueza de un libro, de un autor, no
radica solo en poder escribir algo sino en poder tener una percepción que pueda
encontrar algo que escribir. En este caso, esa percepción viene de un andar. De
un movimiento fáctico de una vida concreta, de andares múltiples.
De nuevo, desde allí lo profundo, ecléctico
y heterogéneo de El Gato No Volvió, que se constituye en una multiplicidad de
haceres que solo pueden pensarse cuando se piensa desde una cabeza que piensa y
hace en colectivo. El Gato No Volvió como totalidad es una serie magnifica de
cuentos pero es también un trabajo colectivo que se retroalimenta desde un laburo
de ilustración que redondea las palabras y una tapa que desde su nombre, color,
diseño e ilustración invitan a sumergirse en un juego que va mas allá de lo
fácilmente perceptible.
Entonces hay algo más que palabras
que se articulan en un bello relato. Hay algo más que historias que contar. Hay
algo más que ilustraciones. Hay algo más que un andar. Hay una mirada que se
decide a registrar en diversos ámbitos, niveles de percepción y capacidades de
imaginación. Hay una mirada sensible que se decide a aprehender el mundo y
desde esa aprehensión se decide a transmitirlo.
Facundo Di Cuollo, en este con caso con
El Gato No Volvió, es algo más que un escritor de relatos atrapantes heterogéneos,
eclécticos y profundos. Es una disposición de ser, mirar y transmitir el mundo.
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