jueves, 13 de noviembre de 2014

Las Tardes

Las tardes


¿De quién serán las tardes cuando dormimos? La luna florece como un tímido bostezo que nos dibuja en colores, pero colores que se apagan lentamente y nos llevan a un mundo secreto y cálido. La atmósfera enmudece y las palabras quedan allí, flotando en una nube incierta y perecedera. ¿Y si los planes debieran ser secretos? ¿Y si todo fuera un pacto implícito y taciturno? Tal vez deberíamos fluir junto a las aguas providenciales, dormir y soñar y despertarnos y vivir. Tal vez en lo inconexo estén las respuestas, esas que fingimos no buscar pero que buscamos implacablemente, esas que a veces duermen la siesta como nosotros. Y esta búsqueda es promisoria, y de a ratos se torna inevitable. Y las preguntas surgen como surgen las palabras, y quizás duerman en las mismas nubes. Pero nunca lo sabremos, y quizás lo cruel sea eso, saber que se agitan encima de nosotros en sincronía cómplice, viéndonos dormir y soñar y despertarnos y vivir, viéndonos buscarlas incansablemente, y divirtiéndose como si jugaran a las escondidas. Y nosotros, que somos como dos niños, contamos hasta cien y las buscamos, y a veces encontramos una escondida ingenuamente, y cuando empezamos a creer que por fin estamos por ganar, siempre aparece alguna, y piedra libre para todos mis compañeros, y a esconderse nuevamente y nosotros a contar. Y así pasan las tardes, nuestras tardes, y así es como nos empeñamos en vivir y soñar al mismo tiempo. Con las piernas entrecruzadas y los labios resecos.





Alejandro Di Donato