domingo, 6 de agosto de 2017

"El gato no volvió": Una perspectiva psicoanalítica



¿Cómo abordar lo real, si justamente es aquello que resiste a la representación? ¿Cómo franquear los límites del lenguaje a través del lenguaje?

La propuesta de Facundo Di Cuollo es abordar la complejidad de temáticas como el tiempo, la muerte, el sinsentido y el horror, recorriendo el linde significante a partir del recurso simbólico, advirtiéndonos siempre que este abismo nunca podrá obturarse completamente. Sin embargo, es justamente esta consciencia de imposibilidad, de permanencia en lo negativo, lo que posibilita el surgimiento del sujeto en cada interpretación, es lo que tracciona al lector a la creación de significados propios para interpretar y construirse en el devenir de cada historia.

Bajo el semblante de multiplicidad, los once relatos confluyen bajo una trama en común, cuyo protagonista es el conflicto mismo. Conflicto inherente a estar amarrados a la vida y a la palabra. "Todas las historias son una misma historia", es así como Facundo Di Cuollo nos invita a un tipo de lectura (entre muchas posibles) en gestalt.

Eros y Thánatos en tensión dialéctica se ponen de manifiesto en los títulos: "La increíble historia de María E." y “Druidesse". En ambas, lejos de encontrar una síntesis, la contradicción se presenta infranqueable.

La brecha que ya se encontraba presente en su obra anterior ("Contingencias – Una Novela Punk") es retomada en la presente obra, "El gato no volvió". Sin embargo, en su primera novela el conflicto es yugulado mediante el concepto de “eterno retorno”, donde la vida y la muerte pasan a ser conceptualizados como dos caras de la misma “moneda cósmica”, donde una sigue a la otra en un ciclo constante e ininterrumpido, y esta maniobra concede al lector la esperanza de un porvenir después de la caducidad del cuerpo.

Este recurso se muestra incapaz -en el presente título- de sobrevivir a los avatares de lo real, y Thánatos logra imponerse, ya que, al fin y al cabo, el gato no volvió -ni volverá-.

“La increíble historia de María E.”, asimismo, horada poéticamente en la dinámica del deseo, donde la imposibilidad de encontrar satisfacción plena, producto de la prohibición, asienta las bases de la pulsión en constante devenir.

La tensión entre la vida y la muerte es abordada en el cuento "El hijo del vampiro" a partir del concepto de “goce”, placer que se complace en el dolor -dolor infinitamente placentero-, espacio que excede el principio del placer; mientras que la discontinuidad entre la cosa en sí y el universo simbólico es plasmada en "El enigma del genio" donde incisivamente pone al descubierto las limitaciones del lenguaje para abordar la realidad en su totalidad (si es que existe la cosa en sí más allá de la interpretación), quedando por fuera un resto de realidad del que somos incapaces de pensar, aquello traumático que resiste a nuestros recursos simbólicos e imaginarios.

Lo real, el sinsentido y la angustia ante lo siniestro se vislumbran sin filtros en  “27 de mayo” y “El equipaje”. En ambas historias, Facundo Di Cuollo insta al lector a tomar posición y responsabilidad ante el costado más oscuro de nuestra historia, comprometiéndose a mantener vivo aquello que NO PODEMOS OLVIDAR.  Como sostiene Eduardo Galeano: “El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convierte en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria” (E. Galeano, “El libro de los abrazos”).

Lo ominoso es convocado en "Intransigencia", "El equívoco" y "El perro de madera", donde lo conocido y familiar es subvertido en territorios ajenos e irreconocibles. La noción se exhibe sagazmente en este último relato, en el momento en que aquello estático y presumible se trastoca en algo cambiante e impredeciblemente vivo, mientras que el horror  y la muerte se filtran en la cotidianeidad de los dos primeros relatos nombrados.

La frontera entre ficción y  realidad trastabilla en los relatos "Siempre me gustaron los pájaros" y “Katabasis”, a partir de los cuales aquello que debiera ser no se cumple, para dar paso a lo maravilloso, que invita al asombro ante la imprevisibilidad de la vida misma.

El lenguaje metafórico de los relatos -con toda su ambigüedad simbólica- posibilita abrir el juego de interpretación, y, lejos de coagular significados, abren un espacio al lector para pensar e interpelar significados propios.

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