jueves, 22 de septiembre de 2016

Darío Aranda: “Cuando más ha avanzado el extractivismo en las últimas décadas en América Latina, ha sido con gobiernos progresistas”.

Pensar en cuestiones ambientales suele remitirnos a imágenes vinculadas a los esfuerzos por reconocer lo no renovable de la mayoría de los recursos con los que se sostiene la vida en nuestro planeta. Esas imágenes suelen traducirse en la necesidad transformaciones individuales de nuestra propia cotidianidad en cuanto a reciclado, separación de residuos, utilización de desodorantes que no afecten la capa de ozono o el cuidado del agua cuando nos lavamos los dientes.
Lejos está desacreditar estas acciones puntuales como hábitos de consumo responsables, sin embargo sostenemos que esas líneas de acción se quedan bastante antes que a cuarto de camino. 
El debate que la mayoría de las veces sucede a tibia y baja voz, debería de poner luz en aquella relación, siempre en tensión, entre sociedad y naturaleza. Siendo la primera no una suma de hábitos individuales sino condiciones estructurantes que hacen y sostienen un modo de vida que se centran ni más ni menos que en la reproducción del capital.
Dario Aranda[1], tomando como base el concepto de extractivismo, nos ayuda a afinar y profundizar la mirada sobre la situación actual de nuestro país en cuanto a temáticas ambientales. Hablamos de intereses políticos y económicos, de resistencias y de luchas. Hablamos de lo que en los medios de comunicación hegemónicos no se va a hablar.

Te proponemos pensar la conciencia medioambiental desde dos perspectivas: por un lado la de la responsabilidad estatal, y por otro lado, el grado de conciencia social. Pensando en estas dos puntas, ¿en qué lugar estamos parados en nuestro país?

Si podemos esbozar alguna respuesta, a nivel de gobiernos podríamos decir que hay una coherencia en los distintos gobiernos y colores políticos, que obviamente priorizan las ganancias efímeras y las alianzas con las empresas por sobre el ambiente y la población. El modelo de soja transgénica con uso de agrotóxicos comenzó durante el menemismo, avanzó y se sostuvo durante el gobierno de la Alianza, también durante el gobierno interino de Duhalde, se profundizó durante el kirchnerismo, sin duda, y ahora el gobierno de Mauricio Macri va en el mismo sentido, impulsando ese modelo. Y con la megaminería, tomando como referencia que las leyes mineras fueron aprobadas en los noventa, fueron aplicadas a rajatabla durante el kirchnerismo, y ahora con intentos de profundización durante el Macrismo también. Son políticas de Estado que los gobiernos, en alianza siempre con enormes empresas y con grandes corporaciones, priorizan esas ganancias por sobre las consecuencias ambientales, sociales y sanitarias.
En cuanto a la población, que es la otra pata de la pregunta, me parece que hay pequeñas poblaciones, ciudades, localidades que son el primer frente de batalla contra lo que llamamos el extractivismo, que es la avanzada de la megaminería, la avanzada de las fumigaciones con agroquímicos y el modelo petrolero. Hay pueblos y ciudades, de distintos tamaños, pero en general de medianas a pequeñas, que tienen una enorme conciencia y resistencia a ese avance. Y después hay una gran indiferencia muchas veces de las grandes ciudades: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, por dar algunos ejemplos. Pareciera que nada les llega, que no pasa nada, y dan la espalda. Estoy hablando en términos generales, obviamente que siempre hay organizaciones sociales, solidaridad y distintas actividades en las ciudades. Yo siempre uso el mismo ejemplo, de cuando hace 3 ó 4 años atrás estalló en el puerto de Buenos Aires un container con pesticidas. Recuerdo que hubo una enorme corrida, se suspendieron clases, estaba la imagen del Secretario de Seguridad Berni todo camuflado. Y en ese momento yo ponía en una red social algo así como que por primera vez los porteños se sentían un pueblo fumigado, ¿no? Que es lo mismo que sienten muchísimos pueblos de todo el país con las fumigaciones con agrotóxicos. En ese sentido me parece que hay una indiferencia. Aunque también hay, obviamente, como decía antes, organizaciones, nichos, espacios crecientes de toma de conciencia también.

Pensando no sólo en los porteños, sino en toda la gente que está ajena a la problemática ambiental, si tuviéramos que definir tres focos de los más problemáticos que tengamos en este momento en el país, ¿cuáles serían? Como para, de alguna forma, empezar a “hacer docencia” con la gente.

Bueno, la verdad hay muchísimos. Uno es, sin duda, el modelo agropecuario argentino. Es un modelo que no produce alimentos, sino que produce commodities, que produce alimentos para chanchos y aves de Asia y de Europa, y que tiene enormes consecuencias. Algunos compañeros lo han definido como un experimento a cielo abierto, por la magnitud de la cantidad de transgénicos y de agroquímicos que se utilizan. Me parece que ése es uno de los graves problemas. Después, los desmontes: en Argentina se desmontan 32 hectáreas, 32 manzanas, por hora de monte nativo. Uso masivo de agrotóxicos: 300 millones de litros de agrotóxicos, agroquímicos al año. Y ni hablar de los alimentos, muchos de los alimentos contienen transgénicos.
Las autoridades han decidido que no tenemos derecho a saber si consumimos transgénico o no; evitan el etiquetado de productos que en algunos países de Europa sí se puso en práctica. Ése me parece un problema muy grave. Después el modelo energético en base a combustibles fósiles, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo. Argentina tiene el triste privilegio de experimentar con una técnica muy cuestionada, como el “fracking”, que es una técnica muy experimental. Fractura hidráulica, se llama, que es en reservorios no convencionales, como es Vaca Muerta en Neuquén. Eso me parece que es una hipoteca a futuro de toda la región. El otro punto, aunque insisto con que hay muchísimos, es el gran drama de la megaminería, que pone en riesgo las fuentes de agua, que como sabemos es un recurso no renovable. Los primeros en sentirlo, sin duda, son los pueblos cordilleranos, pero obviamente que todas las aguas de la alta montaña corren siempre de oeste a este y llegan a todas las ciudades o localidades que están de este lado del país.
Hay otros compañeros, amigos, investigadores que han estudiado mucho más otros conflictos que también son graves. El problema de la basura es un enorme problema de las grandes ciudades. Pero bueno, en las ciudades sucede eso, que uno saca la basura a la noche y piensa que “por arte de magia” desaparece y que está todo bien. Obviamente que no está todo bien, pero es un grave problema que yo no podría personalizar porque no es justamente el que más he trabajado.

La cuestión del medioambiente fue algo que se le criticó siempre al kirchnerismo, fue uno de los puntos débiles tal vez si lo analizáramos en general. ¿Ves algún cambio ahora en tiempos de gobierno macrista?

Mirá, ya van ocho meses del nuevo gobierno. Yo lo defino como continuidad y profundización del extractivismo y los desastres ambientales. Dato positivo si se quiere, han creado un Ministerio de Ambiente. Dato ultra negativo, han puesto a una persona que desconoce totalmente el tema, como lo es Sergio Bergman, que no tiene ningún tipo de conocimiento. Y no sólo eso, sino que en estos ocho meses ha mostrado una enorme intención de profundizar el modelo extractivo. El ministro Bergman es el mayor promotor de la megaminería en el país. Ha ido a lugares emblemáticos como Esquel, Andalgalá, Jáchal en San Juan. Y lejos de ponerse del lado de la población que ha sufrido, ya sea la contaminación, ya sea los desastres sociales de las mineras, se ha puesto del lado de las mineras. Varias asambleas se han expresado (la asamblea de Andalgalá en Catamarca, la asamblea popular de Mendoza por el agua) y lo han definido como “el mejor lobista de las mineras”. En ese sentido es un claro ejemplo. Le quita las retenciones a la megaminería, le quita las retenciones a parte de los productos agropecuarios, y la alianza con sectores empresarios.
Sin dudas, el kirchnerismo hizo mucho para profundizar. Los números hablan por sí solos: en 2003, cuando llegó Kirchner al poder, había 12 millones de hectáreas con soja; y en la actualidad hay 22 millones. Recordemos la alianza con la Barrick Gold, con Monsanto, con Chevron. Pero en ese sentido, en el gobierno de Macri, hay continuidad y profundización: son políticas de Estado. Hay más facilidades aún y hay una luz verde para que avancen con todo. Un ejemplo de eso es la provincia de Buenos Aires, en donde se está por aprobar una ley, que tiene media sanción ya, que permite fumigar con agroquímicos hasta a 10 metros de las viviendas. Pensemos en quiénes de nosotros nos animamos a que nos fumiguen con agrotóxicos, con agroquímicos, a diez metros de nuestra casa, ¿no? Y obvio que esto no es casualidad, el ministro de Agricultura, de Agroindustria, de María Eugenia Vidal es Leonardo Sarquís, un ex gerente de Monsanto. Se puede decir que ya ni siquiera cuidan las formas. Así como Aranguren está al frente del Ministerio de Energía, Sarquís está en el Ministerio de Agricultura de Buenos Aires. En ese sentido hay una mirada pesimista, pero también hay que decir que hay una mirada optimista o de resistencia.
Ayer llegué de un encuentro de pueblos fumigados en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, y hubo una enorme movilización de distintas asambleas y organizaciones de toda la provincia, de Santa Fe, de Entre Ríos, de Córdoba. Y en ese sentido yo creo que los gobiernos van a enfrentar una enorme resistencia. Por ahí ésta ya es una lectura política, pero podríamos decir que en estos meses están en el período de la “luna de miel”, en el período de gracia de todos los gobiernos, pero no les va a ser gratuito. El ministro Bergman fue a Chubut y propuso avanzar con la megaminería, y de inmediato hubo movilizaciones en una decena de localidades de Chubut. Y eso los gobiernos locales lo saben: saben que una cosa es lo que diga Nación, pero que si se les ponen de pie las localidades de la provincia, saben que están corriendo riesgo de que no va a ser muy fácil concretar lo que quieren llevar a cabo.

Y también Monsanto en Córdoba, ¿no? En estos últimos días finalmente desistieron de poner la planta allí.

Sí, tal cual, no hay una confirmación oficial todavía. Recordemos también a la presidenta Cristina Fernández anunciando la instalación de la mayor planta de Latinoamérica de Monsanto. En Malvinas Argentinas, una localidad en las afueras de Córdoba, una pequeña localidad de 5000 habitantes. Y después de cuatro años de lucha y resistencia, hay claros indicios de que la empresa se está retirando, aunque no hay una versión oficial aún. La empresa ya tendría que estar en su momento de explotación, de tratamiento de semilla, y ni siquiera se construyó. Todo indica que están desmontando. Ni Provincia, ni Municipio, ni la empresa lo han confirmado, pero es una clara muestra de lo que pueden las poblaciones organizadas. Así como Esquel ha echado a una minera, así como Famatina y Chilecito han echado cuatro mineras en los últimos diez años, el de Malvinas Argentinas, en Córdoba, como bien lo recordás, es un enorme ejemplo de lo que pueden lograr las poblaciones organizadas.

Recién mencionabas todos los gobiernos que se vienen sucediendo y que esta problemática sigue siendo igual ¿Por qué creés quese mantiene como una política de Estado, teniendo en cuenta que todos estos gobiernos que vos decís que se sucedieron son de perfiles muy distintos los unos con los otros?

Sí, incluso yo diría que no sólo en Argentina, sino en la región. Cuando más ha avanzado el extractivismo en las últimas décadas en América Latina, ha sido con gobiernos progresistas, de izquierda. Sucede en Ecuador con Correa. Sucedió en Brasil con el Partido de los Trabajadores, tanto con Lula como con Dilma. Sucede con Evo Morales en Bolivia, sin ir más lejos.
Y en Argentina es muy claro, nos toca mucho más de cerca, obviamente. Me parece que hay múltiples factores, sin duda. Uno muy concreto es que los distintos gobiernos ven la caja económica que les genera la alianza con el extractivismo, la alianza con el modelo. En el caso de Argentina no es la megaminería, sin dudas; sí es el modelo de agro negocios vía retenciones que le ha generado miles de millones de dólares de ingresos, de divisas, para tomar un ejemplo, uno de los casos concretos. Y priorizan eso por sobre las consecuencias que hay. Cuando los empresarios del agro negocio dicen que es un modelo exitoso por los miles de millones de dólares que ingresan al país, bueno, ésa es una parte de la película. Los economistas suelen hablar de externalidades. Las consecuencias o las carencias que genera una actividad son las externalidades. Y es lo que decíamos recién: ¿qué precio le ponemos a 32 hectáreas de monte nativo que desaparecen? ¿Qué precio le ponemos a las 200 mil familias expulsadas del campo en los últimos 15 años? ¿Qué precio le ponemos a eso en esa externalidad? Y si queremos ser incluso más duros: ¿qué precio le ponemos a las epidemias de cáncer que hay en distintos pueblos de la Argentina profunda? Monte Maíz en Córdoba, San Salvador en Entre Ríos, Avia Terai en Chaco. Lo único que ha cambiado en los últimos 15 años, donde se ha disparado el cáncer (se ha triplicado con estadísticas increíbles,) es el modelo agropecuario. Hay estudios oficiales del gobierno de Chaco, del gobierno de Córdoba, de universidades públicas que demuestran eso. Cuando vemos las externalidades, sin duda es un modelo que requiere poblaciones sacrificables. Y en ese sentido los gobiernos miran para otro lado dejando que eso suceda. Por eso, cuando nos referimos a este tema, puntualizamos en que no se trata de un tema ambiental: si bien tiene un componente ambiental, se trata de una cuestión geopolítica, económica, histórica, y sobre todo se trata de una cuestión referida a los Derechos Humanos. El modelo extractivo que abrazan los gobiernos de la región (ya sean de derecha, de izquierda o de centro) los convierte sistemáticamente en gobiernos que violan los Derechos Humanos. Justo ahora estoy escribiendo un artículo sobre la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) que emitió justamente eso: que el extractivismo viola todos los Derechos Humanos posibles en toda Latinoamérica, sin distinguir gobiernos. Y no lo dice un organismo que se caracterice por ser progresista o de izquierda. La CIDH tiene muchísimos intereses con gobiernos de la región, pero emite ese dictamen muy claro, un documento de cien carillas que confirma eso. Y es lo mismo que denuncian pueblos indígenas, campesinos, muchos académicos, científicos involucrados. Sin ir más lejos, es la historia de América Latina. Si uno lee “Las venas abiertas de América Latina”, escrito hace cincuenta años, está a las claras que los gobiernos siguen priorizando su alianza con sectores que lo único que hacen es portar y explotar naturaleza y dejar las consecuencias acá.

¿Cómo creés que es el tratamiento que los medios hegemónicos hacen de esta temática?

Bueno, yo no soy muy adepto al término “medios hegemónicos”. Si hablamos de medios hegemónicos…yo creo que tanto Página 12 (donde yo trabajo), como Clarín, La Nación, Tiempo Argentino, la Agencia Télam o la Agencia DyN, son todos medios hegemónicos. Son todos medios comerciales que priorizan  su mirada empresaria de negocios o de alianza política por sobre lo que le sucede a la población. Suelo decir que desde que YPF fue parcialmente estatizada y se aplicó ese experimento que es el fracking, la fractura hidráulica en Neuquén, en Página 12 no se podía escribir sobre las consecuencias, los derrames y las explosiones que ocasionaban YPF y Chevron en Vaca Muerta. Y del mismo modo, andá a encontrar en Clarín o La Nación una nota que denuncie las fumigaciones con agroquímicos. Me parece que es un claro ejemplo de cómo funcionan estos medios. En algunos momentos, sobre algunas coyunturas, sí lo publican. Y después, cada tanto, cuando se va insistiendo, o cuando hay suerte, o cuando el editor, que es el comisario político, no está en funciones, quizás se puede colar alguna nota, pero es muy difícil. No descubrimos nada si decimos el poder económico que tienen las corporaciones del agro, el poder económico de las petroleras, y ni que hablar del poder económico de los gobiernos cuando financian o desfinancian a algunos medios. Está a la vista en los últimos años lo que ha sucedido con la enorme cantidad de medios que eran parte del aparato de propaganda. Es complicado... Muchas veces sucede que cada tanto hay artículos. Yo he leído artículos contra la megaminería, o críticas a una megaminería en La Nación, obviamente en Página 12 también. Tiene sus límites, y en ese sentido es esencial y fundamental el rol de los medios comunitarios, populares y alternativos, donde pasan muchísima información de la que no pasan estos medios comerciales. Yo tampoco soy de los que dicen que todo lo que sucede en los medios comerciales es malo. Me parece que diferenciamos mucho lo que son los medios de lo que son los periodistas que trabajan en esos medios. Ahí sí muestra sus límites claros, y al mismo tiempo hay que buscar información o tratar de profundizar en los medios comunitarios.

Hace un rato decías que no es lo mismo cómo se trata la cuestión en un pueblo del interior, que quizás lo sufre más en carne propia, que en las grandes ciudades del país. Mi pregunta acerca de los medios iba dirigida más hacia cómo se puede hacer para cambiar esta realidad en las grandes ciudades, qué es lo que se puede hacer para que la gente se pueda enterar más de lo que está pasando y tenga otra visión, más allá de lo que se está haciendo, que no es poco, obviamente.

Sí, hay distintas cosas que se van haciendo, hay distintos espacios en universidades y en organizaciones. Se está trabajando, muchas veces a contracorriente, pero se trabaja. Cuando suceden algunos eventos lamentables, como fue la inundación en La Plata, o incluso la inundación en Buenos Aires, o cuando al norte de la provincia el Delta del Paraná o el Río Luján desbordan, está muy bien ayudar con donaciones y demás, que es lo que suelen impulsar en general los gobiernos y los grandes medios de comunicación. Pero ahí hay que profundizar en las causas. Y siempre las causas tienen que ver, de una u otra manera, con el modelo extractivo. Donde no sólo tienen que ver la minería o la deforestación, sino también una de las cosas que tenemos más cerca, quizás, que es la enorme especulación inmobiliaria, que ha destruido muchísimos humedales y que impacta más de lleno en lo que son las poblaciones cercanas a las ciudades, a Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza. Me parece que ése es un rostro del extractivismo que lo podemos ver mucho más cercano. Que en Tigre casi el 50% del territorio sea parte de barrios privados, además de ser algo inentendible y fuera del sentido común, tiene enormes consecuencias ambientales y sociales sobre los territorios, no sólo sobre Tigre. Que Luján se esté inundando cada dos años, cuando antes se inundaba cada veinte, no es casualidad, es parte de la mano del hombre avanzando. Cuando suceden eventos catastróficos, terribles como éstos, me parece que apuntar a las causas es una obligación que tenemos como periodistas y como personas comprometidas con la realidad.
El otro punto fundamental es como consumidores. Cuando somos consumidores también estamos decidiendo políticamente. En Trenque Lauquen me decían “nosotros decidimos si compramos La Anónima”, que es un hipermercado muy presente en el sur de la Argentina, muy ligado a lo que fue la Campaña del Desierto, a los distintos sectores políticos de los gobiernos; “o si compramos a productores agroecológicos”, que hacen alimentos sanos sin agroquímicos y que trabajan con sus manos. Nosotros en Buenos Aires, ya sea en la Capital Federal o en el Gran Buenos Aires, que es donde yo vivo, hay enormes posibilidades y cadenas de distribución de alimentos sanos que son de pequeños productores, de campesinos, de indígenas. Como consumidores tenemos una obligación. Si queremos hacerla fácil e ir a comprar a Coto o a Carrefour, estamos siendo parte de un problema, hagámonos cargo también de eso. El tema no se agota en ser un consumidor responsable, pero es un paso, ser consumidor responsable es un paso, y me parece que comer alimentos sanos nos hace muy bien a nosotros, nos hace muy bien a nuestra salud, a la de nuestros hijos, y además le hace muy bien a los que están trabajando la tierra, produciendo alimentos para que nosotros podamos consumirlos.  Es un paso que es necesario dar.


Entrevista realizada para el programa radial "Lo Menos Pensado"
(Lunes de 21 a 24 hs. por www.radiobarbarie.com.ar)






[1] Darío Aranda (1977) es periodista. Trabaja en el diario Página/12, la cooperativa de comunicación La Vaca  y las radios FM Kalewche (Esquel), la Cooperativa La Brújula (Rosario) y Los Ludditas (FM La Tribu).
Especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales), escribe sobre el acontecer de los pueblos indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales.

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