Pensar en cuestiones
ambientales suele remitirnos a imágenes vinculadas a los esfuerzos por
reconocer lo no renovable de la mayoría de los recursos con los que se sostiene
la vida en nuestro planeta. Esas imágenes suelen traducirse en la necesidad
transformaciones individuales de nuestra propia cotidianidad en cuanto a reciclado,
separación de residuos, utilización de desodorantes que no afecten la capa de
ozono o el cuidado del agua cuando nos lavamos los dientes.
Lejos está
desacreditar estas acciones puntuales como hábitos de consumo responsables, sin
embargo sostenemos que esas líneas de acción se quedan bastante antes que a
cuarto de camino.
El
debate que la mayoría de las veces sucede a tibia y baja voz, debería de poner
luz en aquella relación, siempre en tensión, entre sociedad y naturaleza. Siendo la primera no una suma de hábitos
individuales sino condiciones estructurantes que hacen y sostienen un modo de
vida que se centran ni más ni menos que en la reproducción del capital.
Dario Aranda[1], tomando como base el
concepto de extractivismo, nos ayuda a afinar y profundizar la mirada sobre la
situación actual de nuestro país en cuanto a temáticas ambientales. Hablamos de
intereses políticos y económicos, de resistencias y de luchas. Hablamos de lo que
en los medios de comunicación hegemónicos no se va a hablar.
Te
proponemos pensar la conciencia medioambiental desde dos perspectivas: por un
lado la de la responsabilidad estatal, y por otro lado, el grado de conciencia
social. Pensando en estas dos puntas, ¿en qué lugar estamos parados en nuestro
país?
Si
podemos esbozar alguna respuesta, a nivel de gobiernos podríamos decir que hay
una coherencia en los distintos gobiernos y colores políticos, que obviamente
priorizan las ganancias efímeras y las alianzas con las empresas por sobre el
ambiente y la población. El modelo de soja transgénica con uso de agrotóxicos
comenzó durante el menemismo, avanzó y se sostuvo durante el gobierno de la
Alianza, también durante el gobierno interino de Duhalde, se profundizó durante
el kirchnerismo, sin duda, y ahora el gobierno de Mauricio Macri va en el mismo
sentido, impulsando ese modelo. Y con la megaminería, tomando como referencia
que las leyes mineras fueron aprobadas en los noventa, fueron aplicadas a
rajatabla durante el kirchnerismo, y ahora con intentos de profundización
durante el Macrismo también. Son políticas de Estado que los gobiernos, en
alianza siempre con enormes empresas y con grandes corporaciones, priorizan
esas ganancias por sobre las consecuencias ambientales, sociales y sanitarias.
En
cuanto a la población, que es la otra pata de la pregunta, me parece que hay
pequeñas poblaciones, ciudades, localidades que son el primer frente de batalla
contra lo que llamamos el extractivismo, que es la avanzada de la megaminería,
la avanzada de las fumigaciones con agroquímicos y el modelo petrolero. Hay
pueblos y ciudades, de distintos tamaños, pero en general de medianas a
pequeñas, que tienen una enorme conciencia y resistencia a ese avance. Y
después hay una gran indiferencia muchas veces de las grandes ciudades: Buenos
Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, por dar algunos ejemplos. Pareciera que nada
les llega, que no pasa nada, y dan la espalda. Estoy hablando en términos
generales, obviamente que siempre hay organizaciones sociales, solidaridad y
distintas actividades en las ciudades. Yo siempre uso el mismo ejemplo, de
cuando hace 3 ó 4 años atrás estalló en el puerto de Buenos Aires un container
con pesticidas. Recuerdo que hubo una enorme corrida, se suspendieron clases,
estaba la imagen del Secretario de Seguridad Berni todo camuflado. Y en ese
momento yo ponía en una red social algo así como que por primera vez los
porteños se sentían un pueblo fumigado, ¿no? Que es lo mismo que sienten
muchísimos pueblos de todo el país con las fumigaciones con agrotóxicos. En ese
sentido me parece que hay una indiferencia. Aunque también hay, obviamente,
como decía antes, organizaciones, nichos, espacios crecientes de toma de
conciencia también.
Pensando
no sólo en los porteños, sino en toda la gente que está ajena a la problemática
ambiental, si tuviéramos que definir tres focos de los más problemáticos que
tengamos en este momento en el país, ¿cuáles serían? Como para, de alguna forma,
empezar a “hacer docencia” con la gente.
Bueno,
la verdad hay muchísimos. Uno es, sin duda, el modelo agropecuario argentino.
Es un modelo que no produce alimentos, sino que produce commodities, que
produce alimentos para chanchos y aves de Asia y de Europa, y que tiene enormes
consecuencias. Algunos compañeros lo han definido como un experimento a cielo
abierto, por la magnitud de la cantidad de transgénicos y de agroquímicos que
se utilizan. Me parece que ése es uno de los graves problemas. Después, los
desmontes: en Argentina se desmontan 32 hectáreas, 32 manzanas, por hora de
monte nativo. Uso masivo de agrotóxicos: 300 millones de litros de agrotóxicos,
agroquímicos al año. Y ni hablar de los alimentos, muchos de los alimentos
contienen transgénicos.
Las
autoridades han decidido que no tenemos derecho a saber si consumimos
transgénico o no; evitan el etiquetado de productos que en algunos países de
Europa sí se puso en práctica. Ése me parece un problema muy grave. Después el
modelo energético en base a combustibles fósiles, no sólo en Argentina, sino en
todo el mundo. Argentina tiene el triste privilegio de experimentar con una
técnica muy cuestionada, como el “fracking”, que es una técnica muy
experimental. Fractura hidráulica, se llama, que es en reservorios no
convencionales, como es Vaca Muerta en Neuquén. Eso me parece que es una
hipoteca a futuro de toda la región. El otro punto, aunque insisto con que hay
muchísimos, es el gran drama de la megaminería, que pone en riesgo las fuentes
de agua, que como sabemos es un recurso no renovable. Los primeros en sentirlo,
sin duda, son los pueblos cordilleranos, pero obviamente que todas las aguas de
la alta montaña corren siempre de oeste a este y llegan a todas las ciudades o
localidades que están de este lado del país.
Hay
otros compañeros, amigos, investigadores que han estudiado mucho más otros
conflictos que también son graves. El problema de la basura es un enorme
problema de las grandes ciudades. Pero bueno, en las ciudades sucede eso, que
uno saca la basura a la noche y piensa que “por arte de magia” desaparece y que
está todo bien. Obviamente que no está todo bien, pero es un grave problema que
yo no podría personalizar porque no es justamente el que más he trabajado.
La
cuestión del medioambiente fue algo que se le criticó siempre al kirchnerismo,
fue uno de los puntos débiles tal vez si lo analizáramos en general. ¿Ves algún
cambio ahora en tiempos de gobierno macrista?
Mirá, ya
van ocho meses del nuevo gobierno. Yo lo defino como continuidad y
profundización del extractivismo y los desastres ambientales. Dato positivo si
se quiere, han creado un Ministerio de Ambiente. Dato ultra negativo, han
puesto a una persona que desconoce totalmente el tema, como lo es Sergio
Bergman, que no tiene ningún tipo de conocimiento. Y no sólo eso, sino que en
estos ocho meses ha mostrado una enorme intención de profundizar el modelo
extractivo. El ministro Bergman es el mayor promotor de la megaminería en el
país. Ha ido a lugares emblemáticos como Esquel, Andalgalá, Jáchal en San Juan.
Y lejos de ponerse del lado de la población que ha sufrido, ya sea la
contaminación, ya sea los desastres sociales de las mineras, se ha puesto del
lado de las mineras. Varias asambleas se han expresado (la asamblea de
Andalgalá en Catamarca, la asamblea popular de Mendoza por el agua) y lo han
definido como “el mejor lobista de las mineras”. En ese sentido es un claro
ejemplo. Le quita las retenciones a la megaminería, le quita las retenciones a
parte de los productos agropecuarios, y la alianza con sectores empresarios.
Sin
dudas, el kirchnerismo hizo mucho para profundizar. Los números hablan por sí
solos: en 2003, cuando llegó Kirchner al poder, había 12 millones de hectáreas
con soja; y en la actualidad hay 22 millones. Recordemos la alianza con la
Barrick Gold, con Monsanto, con Chevron. Pero en ese sentido, en el gobierno de
Macri, hay continuidad y profundización: son políticas de Estado. Hay más
facilidades aún y hay una luz verde para que avancen con todo. Un ejemplo de
eso es la provincia de Buenos Aires, en donde se está por aprobar una ley, que
tiene media sanción ya, que permite fumigar con agroquímicos hasta a 10 metros
de las viviendas. Pensemos en quiénes de nosotros nos animamos a que nos
fumiguen con agrotóxicos, con agroquímicos, a diez metros de nuestra casa, ¿no?
Y obvio que esto no es casualidad, el ministro de Agricultura, de
Agroindustria, de María Eugenia Vidal es Leonardo Sarquís, un ex gerente de
Monsanto. Se puede decir que ya ni siquiera cuidan las formas. Así como
Aranguren está al frente del Ministerio de Energía, Sarquís está en el
Ministerio de Agricultura de Buenos Aires. En ese sentido hay una mirada
pesimista, pero también hay que decir que hay una mirada optimista o de
resistencia.
Ayer
llegué de un encuentro de pueblos fumigados en Trenque Lauquen, provincia de
Buenos Aires, y hubo una enorme movilización de distintas asambleas y
organizaciones de toda la provincia, de Santa Fe, de Entre Ríos, de Córdoba. Y
en ese sentido yo creo que los gobiernos van a enfrentar una enorme
resistencia. Por ahí ésta ya es una lectura política, pero podríamos decir que
en estos meses están en el período de la “luna de miel”, en el período de
gracia de todos los gobiernos, pero no les va a ser gratuito. El ministro
Bergman fue a Chubut y propuso avanzar con la megaminería, y de inmediato hubo
movilizaciones en una decena de localidades de Chubut. Y eso los gobiernos
locales lo saben: saben que una cosa es lo que diga Nación, pero que si se les
ponen de pie las localidades de la provincia, saben que están corriendo riesgo
de que no va a ser muy fácil concretar lo que quieren llevar a cabo.
Y
también Monsanto en Córdoba, ¿no? En estos últimos días finalmente desistieron
de poner la planta allí.
Sí, tal
cual, no hay una confirmación oficial todavía. Recordemos también a la
presidenta Cristina Fernández anunciando la instalación de la mayor planta de
Latinoamérica de Monsanto. En Malvinas Argentinas, una localidad en las afueras
de Córdoba, una pequeña localidad de 5000 habitantes. Y después de cuatro años
de lucha y resistencia, hay claros indicios de que la empresa se está retirando,
aunque no hay una versión oficial aún. La empresa ya tendría que estar en su
momento de explotación, de tratamiento de semilla, y ni siquiera se construyó.
Todo indica que están desmontando. Ni Provincia, ni Municipio, ni la empresa lo
han confirmado, pero es una clara muestra de lo que pueden las poblaciones
organizadas. Así como Esquel ha echado a una minera, así como Famatina y
Chilecito han echado cuatro mineras en los últimos diez años, el de Malvinas
Argentinas, en Córdoba, como bien lo recordás, es un enorme ejemplo de lo que
pueden lograr las poblaciones organizadas.
Recién mencionabas todos los gobiernos que se
vienen sucediendo y que esta problemática sigue siendo igual ¿Por qué creés
quese mantiene como una política de Estado, teniendo en cuenta que todos estos
gobiernos que vos decís que se sucedieron son de perfiles muy distintos los
unos con los otros?
Sí,
incluso yo diría que no sólo en Argentina, sino en la región. Cuando más ha
avanzado el extractivismo en las últimas décadas en América Latina, ha sido con
gobiernos progresistas, de izquierda. Sucede en Ecuador con Correa. Sucedió en
Brasil con el Partido de los Trabajadores, tanto con Lula como con Dilma.
Sucede con Evo Morales en Bolivia, sin ir más lejos.
Y en
Argentina es muy claro, nos toca mucho más de cerca, obviamente. Me parece que
hay múltiples factores, sin duda. Uno muy concreto es que los distintos
gobiernos ven la caja económica que les genera la alianza con el extractivismo,
la alianza con el modelo. En el caso de Argentina no es la megaminería, sin
dudas; sí es el modelo de agro negocios vía retenciones que le ha generado
miles de millones de dólares de ingresos, de divisas, para tomar un ejemplo,
uno de los casos concretos. Y priorizan eso por sobre las consecuencias que
hay. Cuando los empresarios del agro negocio dicen que es un modelo exitoso por
los miles de millones de dólares que ingresan al país, bueno, ésa es una parte
de la película. Los economistas suelen hablar de externalidades. Las
consecuencias o las carencias que genera una actividad son las externalidades.
Y es lo que decíamos recién: ¿qué precio le ponemos a 32 hectáreas de monte
nativo que desaparecen? ¿Qué precio le ponemos a las 200 mil familias
expulsadas del campo en los últimos 15 años? ¿Qué precio le ponemos a eso en
esa externalidad? Y si queremos ser incluso más duros: ¿qué precio le ponemos a
las epidemias de cáncer que hay en distintos pueblos de la Argentina profunda?
Monte Maíz en Córdoba, San Salvador en Entre Ríos, Avia Terai en Chaco. Lo
único que ha cambiado en los últimos 15 años, donde se ha disparado el cáncer
(se ha triplicado con estadísticas increíbles,) es el modelo agropecuario. Hay
estudios oficiales del gobierno de Chaco, del gobierno de Córdoba, de
universidades públicas que demuestran eso. Cuando vemos las externalidades, sin
duda es un modelo que requiere poblaciones sacrificables. Y en ese sentido los
gobiernos miran para otro lado dejando que eso suceda. Por eso, cuando nos
referimos a este tema, puntualizamos en que no se trata de un tema ambiental:
si bien tiene un componente ambiental, se trata de una cuestión geopolítica,
económica, histórica, y sobre todo se trata de una cuestión referida a los
Derechos Humanos. El modelo extractivo que abrazan los gobiernos de la región
(ya sean de derecha, de izquierda o de centro) los convierte sistemáticamente
en gobiernos que violan los Derechos Humanos. Justo ahora estoy escribiendo un
artículo sobre la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) que emitió
justamente eso: que el extractivismo viola todos los Derechos Humanos posibles
en toda Latinoamérica, sin distinguir gobiernos. Y no lo dice un organismo que
se caracterice por ser progresista o de izquierda. La CIDH tiene muchísimos
intereses con gobiernos de la región, pero emite ese dictamen muy claro, un
documento de cien carillas que confirma eso. Y es lo mismo que denuncian
pueblos indígenas, campesinos, muchos académicos, científicos involucrados. Sin
ir más lejos, es la historia de América Latina. Si uno lee “Las venas abiertas
de América Latina”, escrito hace cincuenta años, está a las claras que los
gobiernos siguen priorizando su alianza con sectores que lo único que hacen es
portar y explotar naturaleza y dejar las consecuencias acá.
¿Cómo
creés que es el tratamiento que los medios hegemónicos hacen de esta temática?
Bueno,
yo no soy muy adepto al término “medios hegemónicos”. Si hablamos de medios
hegemónicos…yo creo que tanto Página 12 (donde yo trabajo), como Clarín, La
Nación, Tiempo Argentino, la Agencia Télam o la Agencia DyN, son todos medios
hegemónicos. Son todos medios comerciales que priorizan su mirada empresaria de negocios o de alianza
política por sobre lo que le sucede a la población. Suelo decir que desde que
YPF fue parcialmente estatizada y se aplicó ese experimento que es el fracking,
la fractura hidráulica en Neuquén, en Página 12 no se podía escribir sobre las
consecuencias, los derrames y las explosiones que ocasionaban YPF y Chevron en
Vaca Muerta. Y del mismo modo, andá a encontrar en Clarín o La Nación una nota
que denuncie las fumigaciones con agroquímicos. Me parece que es un claro
ejemplo de cómo funcionan estos medios. En algunos momentos, sobre algunas
coyunturas, sí lo publican. Y después, cada tanto, cuando se va insistiendo, o
cuando hay suerte, o cuando el editor, que es el comisario político, no está en
funciones, quizás se puede colar alguna nota, pero es muy difícil. No
descubrimos nada si decimos el poder económico que tienen las corporaciones del
agro, el poder económico de las petroleras, y ni que hablar del poder económico
de los gobiernos cuando financian o desfinancian a algunos medios. Está a la
vista en los últimos años lo que ha sucedido con la enorme cantidad de medios
que eran parte del aparato de propaganda. Es complicado... Muchas veces sucede
que cada tanto hay artículos. Yo he leído artículos contra la megaminería, o
críticas a una megaminería en La Nación, obviamente en Página 12 también. Tiene
sus límites, y en ese sentido es esencial y fundamental el rol de los medios
comunitarios, populares y alternativos, donde pasan muchísima información de la
que no pasan estos medios comerciales. Yo tampoco soy de los que dicen que todo
lo que sucede en los medios comerciales es malo. Me parece que diferenciamos
mucho lo que son los medios de lo que son los periodistas que trabajan en esos
medios. Ahí sí muestra sus límites claros, y al mismo tiempo hay que buscar
información o tratar de profundizar en los medios comunitarios.
Hace un
rato decías que no es lo mismo cómo se trata la cuestión en un pueblo del
interior, que quizás lo sufre más en carne propia, que en las grandes ciudades
del país. Mi pregunta acerca de los medios iba dirigida más hacia cómo se puede
hacer para cambiar esta realidad en las grandes ciudades, qué es lo que se
puede hacer para que la gente se pueda enterar más de lo que está pasando y
tenga otra visión, más allá de lo que se está haciendo, que no es poco,
obviamente.
Sí, hay
distintas cosas que se van haciendo, hay distintos espacios en universidades y
en organizaciones. Se está trabajando, muchas veces a contracorriente, pero se
trabaja. Cuando suceden algunos eventos lamentables, como fue la inundación en
La Plata, o incluso la inundación en Buenos Aires, o cuando al norte de la
provincia el Delta del Paraná o el Río Luján desbordan, está muy bien ayudar
con donaciones y demás, que es lo que suelen impulsar en general los gobiernos
y los grandes medios de comunicación. Pero ahí hay que profundizar en las
causas. Y siempre las causas tienen que ver, de una u otra manera, con el
modelo extractivo. Donde no sólo tienen que ver la minería o la deforestación,
sino también una de las cosas que tenemos más cerca, quizás, que es la enorme
especulación inmobiliaria, que ha destruido muchísimos humedales y que impacta
más de lleno en lo que son las poblaciones cercanas a las ciudades, a Buenos
Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza. Me parece que ése es un rostro del
extractivismo que lo podemos ver mucho más cercano. Que en Tigre casi el 50%
del territorio sea parte de barrios privados, además de ser algo inentendible y
fuera del sentido común, tiene enormes consecuencias ambientales y sociales
sobre los territorios, no sólo sobre Tigre. Que Luján se esté inundando cada
dos años, cuando antes se inundaba cada veinte, no es casualidad, es parte de
la mano del hombre avanzando. Cuando suceden eventos catastróficos, terribles
como éstos, me parece que apuntar a las causas es una obligación que tenemos
como periodistas y como personas comprometidas con la realidad.
El otro
punto fundamental es como consumidores. Cuando somos consumidores también
estamos decidiendo políticamente. En Trenque Lauquen me decían “nosotros
decidimos si compramos La Anónima”, que es un hipermercado muy presente en el
sur de la Argentina, muy ligado a lo que fue la Campaña del Desierto, a los
distintos sectores políticos de los gobiernos; “o si compramos a productores
agroecológicos”, que hacen alimentos sanos sin agroquímicos y que trabajan con
sus manos. Nosotros en Buenos Aires, ya sea en la Capital Federal o en el Gran
Buenos Aires, que es donde yo vivo, hay enormes posibilidades y cadenas de
distribución de alimentos sanos que son de pequeños productores, de campesinos,
de indígenas. Como consumidores tenemos una obligación. Si queremos hacerla
fácil e ir a comprar a Coto o a Carrefour, estamos siendo parte de un problema,
hagámonos cargo también de eso. El tema no se agota en ser un consumidor
responsable, pero es un paso, ser consumidor responsable es un paso, y me
parece que comer alimentos sanos nos hace muy bien a nosotros, nos hace muy
bien a nuestra salud, a la de nuestros hijos, y además le hace muy bien a los
que están trabajando la tierra, produciendo alimentos para que nosotros podamos
consumirlos. Es un paso que es necesario
dar.
Entrevista realizada
para el programa radial "Lo Menos Pensado"
(Lunes de 21 a 24 hs. por www.radiobarbarie.com.ar)
Entrevistan
Alejandro Di Donato, Facundo Di Cuollo, Macarena Sanchez Volpe y Paula Daporta.
La entrevista
completa puede escucharse en http://ar.ivoox.com/es/entrevista-a-dario-aranda-periodista-audios-mp3_rf_12575999_1.html
[1] Darío Aranda (1977) es periodista. Trabaja en el diario Página/12, la
cooperativa de comunicación La Vaca y las
radios FM
Kalewche (Esquel), la Cooperativa La Brújula (Rosario)
y Los Ludditas (FM La Tribu).
Especializado en extractivismo (petróleo, minería,
agronegocios y forestales), escribe sobre el acontecer de los pueblos
indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales.
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