domingo, 12 de febrero de 2017

De tortazos y tetazos



En septiembre de 2016, dos mujeres fueron discriminadas “por lesbianas” en el Café La Biela (Recoleta) y expulsadas del lugar. Un encargado se excusó afirmando: “con una pareja normal hubiéramos hecho lo mismo”. Las palabras “expulsión” y “exclusión” se entraman. La respuesta del colectivo LGBTI, de las organizaciones de Derechos Humanos, así como también de una gran cantidad de autoconvocadxs, no tardó en hacerse oír -y ver-. El lunes 5 de septiembre hubo "tortazo" en La Biela. Hubo quienes se manifestaron a favor y en contra de la manifestación. Pocxs se llamaron a silencio.

Acá estamos, otra vez, en el punto de partida. Necochea, enero 2017. Policías y civiles hicieron "un llamado a la moral" a tres mujeres que tomaban sol en la playa sin la parte de arriba de la bikini. Las palabras “moral” y “normal” se entraman nuevamente en discursos internalizados. Las respuesta fue el llamado a #Tetazos por todo el país. El punto cúlmine, a donde sí llegan todas las cámaras, fue en el Obelisco. La figura de un patrullero “tomado” por las pibas, se llevó más miradas y reflexiones que todo lo demás. Hubo quienes se manifestaron a favor y en contra. Pocxs se llamaron a silencio.

Tanto en una imagen como en la otra, el llamado a silencio es sumamente relativo. El silencio siempre es políticamente correcto, así como estos reclamos parecieran políticamente incorrectos. Pero, ¿qué es lo que se juega con los a favor y con los en contra?

Representaciones de lo que debemos ser y hacer, en este caso como mujeres.

Los últimos dos años vienen siendo altamente movilizadores. Allá por 2015, la primera marcha de #NiUnaMenos, en junio, dio propulsión para lo que fue el multitudinario Encuentro de Mujeres en Mar del Plata ese mismo año. Sumado al Encuentro de Rosario, en 2016. Y el primer paro de mujeres, con "la marcha de los paraguas”, el pasado 19 de octubre. Esto y aquello no solo logró “ponernos en agenda”, colándonos por los medios hegemónicos, sino también -y sobre todas la cosas- consiguió ponernos en nuestra propia agenda. Nos fuimos permitiendo pensarnos a nosotras mismas. Aun cuando incomodara, aun cuando no se tuvieran ganas. Aun cuando se repudiasen las consignas, aun cuando se sintiera que todo esto en nada nos representa. No hay linealidad. Por momentos todo se vuelve confuso. Porque, más allá de las discusiones, nos estamos repensando. Aún aquellas que sienten que no, que nada tiene que ver con ellas.

A la consigna de lucha por nuestras vidas y libertades, que nadie pareciera poder rebatir, se suman otras consignas vinculadas al poder de decisión de nuestros cuerpos: ya sea en torno del aborto o del reclamo de derechos de la comunidad LGBTI.

Lo políticamente correcto se mezcla con lo que parecería no serlo para el “buen” sentido común imperante.

Mujeres que por primera vez salen a reclamar sus derechos, a partir del reclamo por nada más y nada menos que la propia vida, se mezclan con movimientos históricos feministas que les hablan de patriarcado. El silencio de unas en una marcha con pancartas en mano y la necesidad de hacerse ver y de copar las calles, se cruza con patrulleros tomados o paredes pintadas en otras esquinas.

Voces autorizadas desde la militancia, la academia o el quehacer doméstico, se viralizan para decir su verdad. Para afirmarse a sí mismas desde sus propias afirmaciones.

Algunas con más manejo de conceptos, otras con las inquietudes de la lucha, otras con sus aquello que la vida les enseñó. Todas tienen algo que decir. Incluso las que nada dicen. Incluso las que se quedan en sus casas.

Algo se está poniendo en juego todo el tiempo. En primera instancia nuestra vida, claro. Pero hay algo más en el plano discursivo. Cuando se preguntan ¿Por qué #NiUnaMenos y no #NadieMenos?; cuando dudamos si los hombres pueden o no acompañarnos en nuestros reclamos; cuando se cuestiona o se abraza la “esencia” maternal de nuestros cuerpos o se reafirman nuestros deseos y orientaciones sexuales. Por allí dirán “la teta que molesta es la que no se vende”, y por acá “buscá otra excusa para estar en tetas, luchá por el cáncer de mama”.

En ese ida y vuelta, lo que se da es la construcción de nuestras propias representaciones. Lo tragicómico parecería ser que no tenemos que pararnos contra los hombres para afirmarnos, sino frente y entre nosotras mismas.

¿Herencia que el patriarcado nos dejó, o potencial para pensarnos en la pluralidad?

El ser mujer (sólo como una manera de decir, por nombrarnos de alguna forma) es una representación de lo que parecería que tenemos que ser y hacer. Pero no sólo es eso, sino también -y fundamentalmente- el proceso por el que esa representación va tomando forma. Ser mujer es el proceso mediante el cual vamos pensando en cómo debemos serlo y hacerlo. Pocos momentos como los que corren- funcionaron como tan claro ejemplo de esta afirmación.

En este sentido, la toma de conciencia sobre lo social y sus consecuentes relaciones de poder que atraviesan el ser mujer, no se puede pensar "desde afuera". Es decir, se vuelve ilusorio pensar el ser mujer (criticar es efecto), por fuera de nuestra corporalidad y las relaciones sociales (“de producción”, podríamos agregar) que nos atraviesan. Aun cuando intentamos destejer los hilos que nos enmarañan, no podemos levitar sobre ellos.

Podemos pensar que el género como proceso del efecto del ser mujer es también una auto-representación. Al tiempo que vamos siendo mujeres en este proceso, nos representamos a nosotras mismas.[1]

La masificación de las convocatorias, ya sean marchas o los encuentros de mujeres, deberían abrirnos las puertas a nuevos interrogantes dentro de los feminismos, que lejos de plantear nuevas fracciones nos potencien en nuevas expectativas pero sobre todo tolerancias a nuestras diversas, complejas y contradictorias formas de ser mujer.

De tortazos y tetazos venimos debatiendo. Mientras tanto nos siguen matando.

Una cada 30 hs. Sin importar si anda en tetas o si es torta.

Dicen que el próximo 8 de Marzo haremos temblar la tierra. Para eso necesitamos a las que están a favor y las que están en contra. Sobre todo a las que se quedan en silencio.

Para seguir pensándonos. Para seguir poniéndonos en agendas ajenas pero sobre todo propias. Para seguir siendo. Vivas y Libres.

Las de Tortazos y las de Tetazos. Y todas las demás.


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